sábado, 25 de febrero de 2012

LA TEORÍA DEL CUADRÁNCULO

Con la entrada de hoy, 25.02.12, pretendo concluir la exposición del Proyecto de Ciudades ocupacionales que, desde primeros de año a través del presente blog, estoy dando a conocer, sin entrar en detalles con los que nos perderemos en cualquier ocasión.
La Teoría del cuadránculo, es una original formula, a modo de ejemplo, de establecer el límite de años para cada uno de los cargos que se desempeñen, tanto en la gestión pública como en la privada. Estableciéndose la jubilación definitiva a los 72 años y la mayoría de edad a los 18, su diferencia, 54, nos da el máximo posible de años de actividad laboral, cuyos divisores exactos más elevados (salvo él mismo) son 27 y 18 que representarán las unidades para la base o  el número de cargos, rangos o categorías a establecer en las distintas sociedades (administraciones, empresas, asociaciones) y la altura o el número máximo de años que una persona, de forma discontinua, puede ejercer el mismo cargo, en una misma entidad, respectivamente. Se arbitrarán los periodos máximos de manera continuada  y las mínimas excepciones que procedan, sin diferencias ni privilegios, dando sentido a la adaptación, estímulo, cansancio, hábito,etc.
Lo importante es que nadie se acomode en una posición y permita que su espacio sea ocupado por savia nueva. La Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad serán conceptos que sobresalgan, independiente de que a cada cual se les suponga.
Sólo será cuestión de acostumbrarse. ¿Acaso el Presidente del Gobierno no podría desempeñar el trabajo de un bombero? Tal vez, le interesara tener más tiempo libre. Si esto fuera así y se accediera a su admisión, ¿por qué  no retribuirle con arreglo a lo que su contratante considere? Una sociedad cuyos hombres sólo piensan en su propio beneficio es una sociedad podrida y los dirigentes que no vean más allá de su ombligo,  unos paranoicos.
En el grupo de medidas de la Teoría del cuadránculo, se incluye la financiación de los Partidos Políticos y de los Sindicatos que ha de corresponder a sus afiliados y, obligatoriamente, a la totalidad de los contribuyentes, con un porcentaje simbólico, habilitando en la Declaración de Renta y Patrimonio una casilla a tal efecto, no a otros. Los partidos representan la gran mayoría de opiniones, los sindicatos a trabajadores y empresarios, otras asociaciones a sí mismas. El ciudadano elegirá el partido y sindicato que prefiera (del amplio abanico que legalmente estén establecidos) año tras año.  
Si la primera medida daba a conocer fue la Teoría de los números primos por la que limitábamos ordenando sueldos y rentas con carácter general, (haciendo mención a un mínimo de subsistencia) hoy hacemos lo propio con los distintos puestos que una persona debe ocupar, dando mayor importancia al hombre que al cargo que ostente.
El hombre debe ocuparse de vivir, no de trabajar. No obstante, siendo preciso tener que hacerlo para subsistir, su producción se limitará a conseguirlo. La producción por tanto, estará asegurada cubriendo, cada cual, el mínimo citado. Eso no quiere decir que, de acuerdo con la naturaleza de cada uno, alguien quiera vivir para trabajar y en consecuencia, la empresa empleadora corresponda según le convenga.
La respuesta fácil para casi todas las soluciones consiste en echar la culpa al empleado por trabajar demasiado poco y ganar excesivamente, reduciendo los sueldos de los funcionarios. Nada se dice al respecto de las responsabilidades de ejecutivos, de empresarios y de su rendimiento, de sus elevadas retribuciones, de sus contratos de futuro, de tantas argucias con las que nos sorprenden. Pues bien, para ellos también está ideado el Proyecto de Ciudades ocupacionales pero conviene dejar claro que los que ejercen la labor pública son las mismas personas que desempeñan estupendamente otros trabajos no públicos: El personal sanitario que nos cura; los docentes que educan a nuestros hijos; los investigadores y catedráticos de los que nos sentimos orgullosos y demás personas honradas en las que podemos contarnos nosotros. No es mejor lo privado que lo público. Que no nos engañen. El negocio de quien lo pregona es otro.



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