viernes, 10 de febrero de 2012

LA TRANSICIÓN PERSONAL (Tercera parte)

Hay cosas que hay que hacer, no porque nos gusten, sino porque tenemos que hacerlas.
La caricia o el beso al dedo dolorido de un bebé. Ir al hospital a visitar a un amigo. Prestar ayuda. Compartir la comida con quien te la ofrece. Respetar la buena fe de los demás. Ello es estar vivo. El Proyecto de Ciudades ocupacionales también nos muestra, (convencido que la verdad adquirida desde mi conciencia me hace libre) el buen camino para darlo a conocer: cualquier idea es merecedora de consideración.
En el citado proyecto, se magnifica el esfuerzo por el conocimiento y la igualdad de las personas. No se prohíbe la prostitución, se regula, y las drogas no son una excepción. La explotación de los seres vivos es rechazada, sin ser tolerantes con quienes no lo son; combatiendo el tráfico ilícito, las mafias, la corrupción, el abuso de poder y la maldad en general. Ninguno elegimos nacer. Nadie decidió hacerlo aquí o allá, al amparo de una familia acomodada o inadaptada, ser español o jamaicano, blanco o negro. ¿Querrá alguien por ello estar desprotegido?.
Me vienen a la mente las leyes de Licurgo para Esparta o las de Solón para Atenas, o qué decir del Código de Hammurabi. No quiero citar a ningún Maestro (en mayúsculas)
evitando herir susceptibilidades. Todos merecen mis elogios y respetos. El hombre debe ser libre y elegir sus creencias cuando tenga poder sobre su elección, no cuando nosotros, los adultos, se las impongamos.
Me viene a la memoria que el Oráculo de Delfos informó al rey Aristodemo que Apolo le exigía el sacrificio de su hija a los dioses. El rey entonces, cambió a su hija por otra…y los dioses lo castigaron. Permitamos, por tanto, que los dioses actúen como quieran (o en aquéllos que crean en los oráculos) y procedamos los mortales (convencidos que somos iguales, objetos del azar) con la mejor voluntad, con la máxima honradez, nos guste o no nos guste.
Si no tuviéramos conciencia ni siquiera sabríamos que existimos. Por eso, somos nosotros (los hombres) lo más preciado que ha hecho la Evolución hasta ahora. Lo más importante. Y cada uno de nosotros somos la mejor finca que poseemos. Gozamos de capacidad para lograr lo que nos propongamos. La fuerza está con nosotros. Deberemos emplearla en nuestro propio beneficio, que no es otro que el de mantener el orden natural establecido, velando por nuestra propia integridad, conservando limpios los aires, las aguas, las tierras que nos envuelven y nos protegen. Hemos de aspirar a la superación personal fomentando el conocimiento, lo que hacemos bien; azuzando la creatividad, la imaginación; acudiendo a la razón, predicando con el ejemplo; desarrollando iniciativas e imitando las cualidades de los demás, porque de no hacerlo, nadie querría ser mejor persona, el progreso no existiría y las aptitudes innatas no saldrían a la luz.
Formamos una colectividad y, en la mayoría de las ocasiones, la defendemos por encima de particulares intereses. Giramos en su derredor y nuestra singularidad se difumina. Sin embargo, somos el motor que la crea. Ambos nos complementamos formando parte de una simbiosis perfecta: Una debe mejorar para que la otra también lo haga. Nada es la una sin la otra y han de caminar juntas, en la misma dirección.
Pretendemos la felicidad y hemos de vivir. Pero vivir no es sólo respirar. Necesitamos de algo más. Armonizar el recorrido. No ser apartados, discriminados o estar fuera de la sociedad. No es posible entender que todavía existan personas muriendo de hambre, gente analfabeta, ajena al devenir de los tiempos, u hombres sin nada que hacer. Somos más, muchos más, los interesados en conseguir un equilibrio justo para todos, para lograr una menor desigualdad, un estado libre de bienestar donde nadie carezca de lo imprescindible como es la salud, la comida, el vestido, el techo donde cobijarse, la educación, la igualdad de oportunidades, la cultura, el respeto hacía los demás, la democracia, la justicia gratuita… Que la Paz y el Amor nos una.

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