martes, 22 de mayo de 2012

SINDICATOS Y PARTIDOS POLITICOS


¿Por qué se afilian las personas a los Sindicatos y/o a los Partidos políticos? ¿Por qué se aferran a ellos como imanes y/o disciplinadamente se quedan en sus senos? La respuesta es: Para protegerse de sus despidos. Tener privilegios sobre el resto de los mortales. Servirse de los demás. Ayudarse a sí mismo. No asumir como propia su irresponsabilidad. Velar por sus intereses y los de sus allegados. Lograr un puesto de relevancia y un sin fin de etcéteras más que oímos (aunque resulte extraño) de propios afiliados y/o de quienes los siguen y los apoyan.
¿Es injusto pensar así? ¿Lo son, acaso, quiénes opinan lo contrario?
 De cualquier manera es lícito que actúen de esa manera, máxime cuando existe el convencimiento generalizado que así lo atestigua. Además, posiblemente, hagan honor a los refranes que dicen: “yendo caliente que se ría la gente” o aquel más antiguo que refrenda “política y pancismo todo es lo mismo”.
Está claro que no es cierto todo aquello en lo que creemos, leemos o escribimos. Sin embargo, reconozcamos que nada es achacable a las cosas y si a las personas, (cambiamos de pelo pero no de leche). Pase lo que pase, las actividades que realizamos, las profesiones que ejercemos o los títulos que poseemos nos condicionan sobremanera (los genes no cambian pero…) y hasta evoluciona el amor perdiendo su romanticismo para tornarse acomodaticio y conseguir que el afiliado se olvide (huida y rancia su predisposición) de aportar ideas,  innovar nuevos principios, representar y servir a los demás,  participar en las decisiones por sí, hacer frente a las injusticias o al poder de terceros, dejando de ser consecuente con su altruismo y carecer de arrogancia salvo con los ciudadanos que les pagan.
Siete razones, antes citadas, (verbos las evocan) a las que se comprometieron iniciando su andadura, tal vez, honrada y sinceramente,  asociándose a un encomiable proyecto (sindical o político) que mantuvieron a ultranza ejerciendo (a veces) la demagogia,  hasta  alcanzar más altos objetivos o el superior a todos (otorgada la confianza por una mayoría de gente) para, en tal caso, olvidarse de la realidad y transformase, además, en dictadores ejerciendo su voluntad a espaldas de sus electores.
¿Sucede a menudo y no sabemos qué hacer, ni cómo actuar razonablemente?
El Plan de Ciudades ocupacionales lo recoge en uno de sus apartados: La Teoría del cuadráculo. Es decir, legislar definiendo los plazos de duración de los cargos, una vez limitadas las rentas (visto en la Teoría de los números primos). Y establecer la asunción de responsabilidades no sólo políticas (que equivalen a nada) y tipificarlas. Por último, reseñar que sean las propias siglas que presentan a sus candidatos, las responsables subsidiarias de los mismos, incluso cobrando de las administraciones y empresas para, a su vez, pagar a sus elegidos, con arreglo a sus criterios.
No es de recibo y ni a nadie se le debe permitir el engaño, la mentira, la demagogia, la hipocresía, el descrédito, el abuso, y menos aun, a los representantes (generalmente públicos) que han de darnos ejemplo. No han de ostentar privilegios irrazonables a los del resto de personas. Ni ganarse a pulso (y esto no es mínimo) que algo tan honorable como el servicio del bien hacía los demás esté demonizado, sentido por los ciudadanos como un grave problema.
Es más, el PCO aboga como medio único de financiación de Partidos políticos y Sindicatos, (asalariados y empresariales) las cuotas de su afiliados, otros ingresos lícitos (a considerar) y, obligatoriamente, un importe simbólico o porcentaje que se determine, en el propio impreso de la Declaración de la Renta y Patrimonio, a tributar por cada uno de nosotros (contribuyentes) a las legitimas asociaciones civiles que defienden nuestros derechos laborales, sociales y políticos e, igualmente, nos representan. Será una elección a favor de aquellas que libremente designemos, sin que quepan a su favor las donaciones, subvenciones o prebendas que desestabilicen la equidad.

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