¿Por qué se afilian las personas a los
Sindicatos y/o a los Partidos políticos? ¿Por qué se aferran a ellos como
imanes y/o disciplinadamente se quedan en sus senos? La respuesta es: Para
protegerse de sus despidos. Tener privilegios sobre el resto de los mortales.
Servirse de los demás. Ayudarse a sí mismo. No asumir como propia su
irresponsabilidad. Velar por sus intereses y los de sus allegados. Lograr un
puesto de relevancia y un sin fin de etcéteras más que oímos (aunque resulte
extraño) de propios afiliados y/o de quienes los siguen y los apoyan.
¿Es injusto pensar así? ¿Lo son, acaso,
quiénes opinan lo contrario?
De
cualquier manera es lícito que actúen de esa manera, máxime cuando existe el
convencimiento generalizado que así lo atestigua. Además, posiblemente, hagan
honor a los refranes que dicen: “yendo
caliente que se ría la gente” o aquel más antiguo que refrenda “política y pancismo todo es lo mismo”.
Está claro que no es cierto todo aquello en
lo que creemos, leemos o escribimos. Sin embargo, reconozcamos que nada es
achacable a las cosas y si a las personas, (cambiamos
de pelo pero no de leche). Pase lo que pase, las actividades que
realizamos, las profesiones que ejercemos o los títulos que poseemos nos
condicionan sobremanera (los genes no cambian
pero…) y hasta evoluciona el amor perdiendo su romanticismo para tornarse acomodaticio
y conseguir que el afiliado se olvide (huida y rancia su predisposición) de
aportar ideas, innovar nuevos
principios, representar y servir a los demás,
participar en las decisiones por sí, hacer frente a las injusticias o al
poder de terceros, dejando de ser consecuente con su altruismo y carecer de
arrogancia salvo con los ciudadanos que les pagan.
Siete razones, antes citadas, (verbos las
evocan) a las que se comprometieron iniciando su andadura, tal vez, honrada y
sinceramente, asociándose a un
encomiable proyecto (sindical o político) que mantuvieron a ultranza ejerciendo
(a veces) la demagogia, hasta alcanzar más altos objetivos o el superior a
todos (otorgada la confianza por una mayoría de gente) para, en tal caso,
olvidarse de la realidad y transformase, además, en dictadores ejerciendo su
voluntad a espaldas de sus electores.
¿Sucede a menudo y no sabemos qué hacer, ni cómo
actuar razonablemente?
El Plan de Ciudades ocupacionales lo recoge
en uno de sus apartados: La Teoría del
cuadráculo. Es decir, legislar definiendo los plazos de duración de los
cargos, una vez limitadas las rentas (visto
en la Teoría de los números primos). Y establecer la asunción de
responsabilidades no sólo políticas (que equivalen a nada) y tipificarlas. Por
último, reseñar que sean las propias siglas que presentan a sus candidatos, las
responsables subsidiarias de los mismos, incluso cobrando de las administraciones
y empresas para, a su vez, pagar a sus elegidos, con arreglo a sus criterios.
No es de recibo y ni a nadie se le debe permitir
el engaño, la mentira, la demagogia, la hipocresía, el descrédito, el abuso, y
menos aun, a los representantes (generalmente públicos) que han de darnos
ejemplo. No han de ostentar privilegios irrazonables a los del resto de
personas. Ni ganarse a pulso (y esto no es mínimo) que algo tan honorable como
el servicio del bien hacía los demás esté demonizado, sentido por los
ciudadanos como un grave problema.
Es más, el PCO aboga como medio único de
financiación de Partidos políticos y Sindicatos, (asalariados y empresariales)
las cuotas de su afiliados, otros ingresos lícitos (a considerar) y, obligatoriamente,
un importe simbólico o
porcentaje que se determine, en el propio impreso de la Declaración de la Renta
y Patrimonio, a tributar por cada uno de nosotros (contribuyentes) a las
legitimas asociaciones civiles que defienden nuestros derechos laborales,
sociales y políticos e, igualmente, nos representan. Será una elección a favor
de aquellas que libremente designemos, sin que quepan a su favor las
donaciones, subvenciones o prebendas que desestabilicen la equidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario