domingo, 22 de julio de 2012

NOTAS Y RECORTES


Ser intelectual no es motivo para sentirse orgulloso. Hay que tener especial cuidado con  personas que abanderan movimientos en aras a resaltar su prepotencia, ser protagonistas o considerarse superiores al resto. Los congresos los hacen los correligionarios de la materia de la que se trate para hablar de sus cosas, empleando unas terminologías propias de la misma, incomprensibles e inconsistentes al el resto de los mortales, en base a creencias, hipótesis o planteamientos alejados de la certeza absoluta que no existe. Detrás de ellas se esconden intereses desconocidos, por lo que es de vital importancia comprobar los argumentos que se esgrimen. Una duda, un descuido, una indecisión, han de cuestionarse y espolvorear las opiniones para ver su brillantez, su conveniencia. Ojo, pues, con los colectivos que sólo caminan en una dirección.

Un partido político, un sindicato o una asociación deben aunar a sus miembros alrededor de un proyecto, no en torno a un personaje. Éste, tal vez, deba desaparecer en el futuro y, en su sustitución, una corporación ha de representar el objetivo propuesto. Todo ello con una responsabilidad que garantice la reparación de lo dañado y una pena, colectiva o personal, en su caso. Siempre oímos hablar de personas referentes o líderes en lugar de hacerlo de planes, proyectos, ideas o metas finalistas.
Resulta bochornoso ver prédicas pidiendo austeridad mientras esos mismos dan ejemplo de lo contrario. Todo el esfuerzo lo cifran en mantener la corrupción, el tráfico de influencias, los privilegios, las extorsiones. Unas componendas entre las palabras y los hechos. A ellos no les importa. Es obsceno, inmoral, más aún cuando el ejemplo cunde en un entramado sólido, duradero y generalizado. Ya en dictadura se cuidaba hablar ante un público desconocido; temías al madero, al chivato. Hoy comienza a tenerse miedo de los afiliados a un partido, a semejanza de aquellos.

Existen los protagonismos de elites, los protagonismos de masas en la conquista de libertades e, incluso, ideas revolucionarias de todo tipo. La modernización no pasa por el paradigma liberal, conservador, marxista ortodoxo, comunista, capitalista y otros sin nombre. Son ideas que no contemplan al hombre como ser individual. Se dice que en las crisis la imaginación es la más clara luz para alumbrarse y, en los momentos actuales, el sistema capitalista provoca la extinción de todos los recursos con su sobrexplotación, tendiendo hacía su autodestrucción. Ya no resulta eficaz al provocar las desigualdades, las injusticias, las codicias y las miserias. Por tanto, no hay que esperar más para intentar promocionar nuevas alternativas que lo sustituyan.

Empecemos por equipar en Europa las leyes mercantiles, referidas a la economía que lidera: la fiscalidad, las finanzas, el comercio. Después, trataremos de unirnos en las  leyes civiles, penales; para, finalmente ensalzar, la política que plasme la libertad, respetando la de los demás. Toda divulgación, proselitismo o propaganda se someterá a las leyes comerciales vigentes, incluso las religiosas. La práctica anónima e identidad individual de cada cual, estará amparada por el principio de libertad respetuosa por la que abogamos.

Nos apena que las clases medias se estén sumando al carro de la pobreza sin saber para dónde tirar. Ya hablan de cerca de diez millones de españoles en tal situación, ¿hasta cuándo pueden durar? Muchos jóvenes, los mejor preparados que nunca, según se dice, serán los peores de tratados de la historia. Una generación pérdida por mor de la nula responsabilidad de sus culpables. Éstos, incapaces de ver más allá de su ombligo, actúan como verdaderos cobardes huyendo en los combates. Temen por su vida y la de los suyos y valen para otra guerra.









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