Ser intelectual no es motivo para sentirse
orgulloso. Hay que tener especial cuidado con personas que abanderan movimientos en aras a
resaltar su prepotencia, ser protagonistas o considerarse superiores al resto. Los
congresos los hacen los correligionarios de la materia de la que se trate para
hablar de sus cosas, empleando unas
terminologías propias de la misma, incomprensibles e inconsistentes al el resto
de los mortales, en base a creencias, hipótesis o planteamientos alejados de la
certeza absoluta que no existe. Detrás de ellas se esconden intereses
desconocidos, por lo que es de vital importancia comprobar los argumentos que
se esgrimen. Una duda, un descuido, una indecisión, han de cuestionarse y
espolvorear las opiniones para ver su brillantez, su conveniencia. Ojo, pues,
con los colectivos que sólo caminan en una dirección.
Un partido político, un sindicato o una
asociación deben aunar a sus miembros alrededor de un proyecto, no en torno a
un personaje. Éste, tal vez, deba desaparecer en el futuro y, en su
sustitución, una corporación ha de representar el objetivo propuesto. Todo ello
con una responsabilidad que garantice la reparación de lo dañado y una pena,
colectiva o personal, en su caso. Siempre oímos hablar de personas referentes o
líderes en lugar de hacerlo de planes, proyectos, ideas o metas finalistas.
Resulta bochornoso ver prédicas pidiendo
austeridad mientras esos mismos dan ejemplo de lo contrario. Todo el esfuerzo
lo cifran en mantener la corrupción, el tráfico de influencias, los privilegios,
las extorsiones. Unas componendas entre las palabras y los hechos. A ellos no
les importa. Es obsceno, inmoral, más aún cuando el ejemplo cunde en un
entramado sólido, duradero y generalizado. Ya en dictadura se cuidaba hablar
ante un público desconocido; temías al madero, al chivato. Hoy comienza a
tenerse miedo de los afiliados a un partido, a semejanza de aquellos.
Existen los protagonismos de elites, los
protagonismos de masas en la conquista de libertades e, incluso, ideas
revolucionarias de todo tipo. La modernización no pasa por el paradigma liberal,
conservador, marxista ortodoxo, comunista, capitalista y otros sin nombre. Son ideas
que no contemplan al hombre como ser individual. Se dice que en las crisis la imaginación es la más clara luz para
alumbrarse y, en los momentos actuales, el sistema capitalista provoca la extinción de todos los recursos con su
sobrexplotación, tendiendo hacía su autodestrucción. Ya no resulta eficaz al
provocar las desigualdades, las injusticias, las codicias y las miserias. Por
tanto, no hay que esperar más para intentar promocionar nuevas alternativas que
lo sustituyan.
Empecemos por equipar en Europa las leyes
mercantiles, referidas a la economía que lidera: la fiscalidad, las finanzas,
el comercio. Después, trataremos de unirnos en las leyes civiles, penales; para, finalmente
ensalzar, la política que plasme la libertad, respetando la de los demás. Toda
divulgación, proselitismo o propaganda se someterá a las leyes comerciales
vigentes, incluso las religiosas. La práctica anónima e identidad individual de
cada cual, estará amparada por el principio de libertad respetuosa por la que
abogamos.
Nos apena que las clases medias se estén sumando al carro de la pobreza sin saber
para dónde tirar. Ya hablan de cerca de diez millones de españoles en tal
situación, ¿hasta cuándo pueden durar? Muchos jóvenes, los mejor preparados que
nunca, según se dice, serán los peores de tratados de la historia. Una generación pérdida por mor de la nula
responsabilidad de sus culpables. Éstos, incapaces de ver más allá de su
ombligo, actúan como verdaderos cobardes huyendo en los combates. Temen por su
vida y la de los suyos y valen para otra
guerra.
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