domingo, 30 de septiembre de 2012

LA VIOLENCIA, UN ESPACIO PARA EL DESACUERDO


El propio título me lleva a plantear cuáles son los puntos que nos unen a las personas. Sin duda, las creencias, los sentimientos básicos y la situación del momento que los provocan, serán las respuestas más generalizadas. La violencia es un espacio desencuentro.   
En nosotros se despiertan las emociones  inculcadas por nuestros genes y por la función de la mente estructurada conforme a los mecanismos adquiridos. Las costumbres y las tradiciones se convierten en hábitos mecanicistas que pocos se plantean revisar.
¿Cuántas veces hemos oído decir que se privatizan los beneficios y las pérdidas se hacen públicas? Y están en lo cierto. Ninguna empresa quiere malos resultados para su negocio (como ninguno los queremos para nosotros) y lo público no puede negar su ayuda ante la injusticia social. La violencia es un valor negativo, de rentabilidad negativa. Resta, no suma.
Esbozadas tales premisas, convendrán conmigo que la RENTABILIDAD debe ser uno de los pilares importes para el desenvolvimiento de una actividad, tanto publica como privada. Ha de valorarse desde un rendimiento económico y desde un rendimiento social.  Éstos habrán de ser cuantificados (aunque su relatividad sea manifiesta) para poder asentarse contablemente. Por tanto, lo público, lo privando, deben de convivir juntos, aun cuando existan funciones que exclusivamente el Estado deba controlar: La producción, el control y el desarrollo de las armas. El cobro de impuestos. Los medios de cambio. La seguridad, la justicia y el orden social. La igualdad de oportunidades, el desarrollo de sus ciudadanos, su bienestar. Puntos de encuentro en los que todos deberemos, igualmente, participar. Convendría, a la hora de sentarse a dialogar, revisar  las causas descritas, para alcanzar los espacios de acercamiento, los puntos de acuerdo necesarios para mejorar la concordia que nos haga más fácil la búsqueda de la felicidad. La violencia genera violencia y ejercida desde el poder abuso, maldad, es inmoral.
Me disponía (lo haremos más adelante) a escribir algo, a propósito de la convivencia, respecto a  temas tan amplios e importantes como la salud, la alimentación, la educación, la economía, las fuentes de energía y  otras actividades como el despido libre, la ocupación social, los distintos agentes, etc., cuando noticias luctuosas han sido actualidad en España. Y aunque he procurado evitar comentarios de acontecimientos acaecidos, por muy graves que fueran, tratando de mantener una objetividad que no me comprometa, no puedo eludir ahora referirme a la actuación policial. Es sumamente vital que el poder soslaye la violencia. Ante ella, no hay más defensa que la violencia, por más que Grandes de la historia (que a todos nos vienen a la memoria) nos hayan mostrado el camino de la paz con el  que comulgo, dando ejemplo con sus actuaciones. El poder ha de ser el paradigma en el que el ciudadano ha de mirarse. No tiene porque combatir las voces nefandas o de desprecio que les dirijan, porque no es su voluntad sino la de quienes las emiten; sí defenderse manteniendo sus barreras con los mismos o similares artefactos de los que les ataquen en su caso y, por supuesto, sin abusar de las armas que alimentan la discordia. No es protección sino ataque, el perseguir a maltratar a quien grita o insulta; no es protección sino violación de los derechos humanos, responder con encarnizada agresividad contra quien lo provoque; no es protección siquiera, obligar por la fuerza a cejar de manifestarse cuando las injusticias son manifiestas. El poder sabe que por ese camino, provocando el fuego del infierno, abusando de su situación, tiene los días contados, conduce a la venganza, a la enemistad, a la decadencia ¡Ojo! Nos acerca a los inquisidores años de la dictadura, al caudillaje de algún iluminado, a la destrucción del bienestar conseguido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario