miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿QUEREMOS CAMBIAR LA SOCIEDAD?

Lo económico, lo social, lo político, (algo de lo que tanto hablamos) son movimientos conexos; apenas si se pueden desligar lo uno de lo otro, debido a sus connotaciones interesadas girando en torno al logro del poder que, por lo general, se consigue con violencia o con dinero.
A lo público, a lo privado le sucede hago similar. Ni todo ha de ser público ni todo privado. A mi juicio, de una armonía y lícita competencia al mismo tiempo entrambos, surgirán los puntos de encuentro favorables para llevar a efecto los dos ámbitos. De ahí, que  rechace modelos de convivencia restrictivos, que no admitan la flexibilidad u otras alternativas posibles. Debemos mantener el estado del bienestar sin crisis, con las necesidades básicas cubiertas, camino de la felicidad. “No quiero un capitalismo salvaje ni un comunismo rancio”, he manifestado en muchas ocasiones. Aspiro a un modelo donde la HONORABILIDAD, la TRANSPARENCIA y la RENTABILIDAD sean paradigma a seguir (imitando al poder sería ideal) y, por eso, no me cansaré, repitiéndolo. Insistiré en cosas o situaciones que aparentan ser contradictorias, pero compatibles, como el despido libre y la ocupación global; la limitación de rentas y las grandes fortunas; la ausencia de herencias y los beneficios para todos;.
No sé en Europa, pero por resumir, hoy en  España (la próxima entrada en el blog la haré desde Gran Bretaña donde iré a vivir tratando de tomar un nuevo pulso) la gente está angustiada, confundida, con negras perspectivas e indignada sin confianza alguna, y ¿qué hacemos los hombres con capacidad o no para cambiarlo?
Los primeros siguen haciendo lo mismo que siempre  han hecho los de su porte: No miran la historia, ni el bien general, ni siquiera sus intuiciones cuando sus conciencias les delatan. Se mantienen subidos con los suyos en el carro, mientras el resto (el aludido pueblo) empuja. Y lo triste es que no importa quiénes estén caballeros; de cambiar las tornas continuarán haciendo lo mismo, manteniéndose subidos en el poder de sus privilegios a tope. Los segundos, al contrario de éstos, ni  instituidos, ni organizados, condicionados a tomar derroteros muy diversos, influenciados de alguna manera por los primeros que a toda costa no se bajarán a empujar ni siquiera cuesta arriba, como es el caso. ¿No se puede hacer de otra manera? Por supuesto que si. Atravesamos un espacio propicio para ello: Una crisis que a nadie deja indiferente. Oteando la historia vemos los avances logrados en derechos humanos (económicos, sociales, políticos), pero no suficientes en consonancia con el reparto de las cargas necesarias para lograrlos. Aunemos los esfuerzos (y nuestros votos, en su caso)  alrededor NO de un partido o líder político, sino en pro de un Proyecto elaborado con las aspiraciones de toda la gente (teniendo, al menos,  las necesidades básicas cubiertas: sustento, cobijo, salud, educación, justicia igual para todos, libertad,… y la búsqueda de la felicidad) aunque para ello sean necesarios grandes sacrificios y, sobre todo, ponerse de acuerdo. No es utopía, no. Hay que ser valientes, sin suicidarse. Y como ambas cosas son extremadamente difíciles, desde el poder, han de institucionalizarse; luego, el poder hay que conseguirlo ¡Organicémonos! Ideemos una meta, un tiempo: ¿Dónde acumular las alternativas, sintetizarlas, representarlas? ¿En la RED? No sé cómo hacerlo, pero aprenderé a digitalizarme.
Es claro. HAY MUCHAS FORMAS DE CAMBIAR LA SOCIEDAD. Aun siendo reiterativo, invito a ello sugiriendo la lectura del Proyecto de Ciudades Ocupacionales en el que se respalda la Democracia, la Igualdad de oportunidades, el Pleno empleo, el Despido libre, lo Privado y lo Público, los Derechos y las Obligaciones de las personas, sin visiones divinas, ni interferencias.

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