No
son pocos los lectores del blog Ciudades ocupacionales que me han preguntado cómo
pretendo innovar un sistema capitalista (económico, social, políticamente)
y, en él, hacer posible que sus
ciudadanos hallen la felicidad.
Les respondo que las personas sustituimos
constantemente una preocupación por otra, para tener siempre con qué
inquietarnos. En su resolución, en la lucha por anular tales desvelos, en cuyo
destino se encuentra la felicidad, está la misma felicidad, que no es ni más ni
menos que el apropiado camino que recorremos. La felicidad es la esencia, la
energía de un esfuerzo, el reflejo, la satisfacción, el clímax de haber llegado
o cumplido los propósitos positivos que nos hemos propuesto. Y más aún, se
perfecciona dándola a conocer, transmitirla a las personas queridas,
compartiéndola con entusiasmo y humildad. En el lado opuesto, se encuentran el
miedo o el pánico, el aturdimiento o la falta de reflejos, la ansiedad o el
estrés, el desconsuelo o el estancamiento negativo que nadie, en su sano
juicio, quiere para sí.
Al
implementar la innovación del sistema capitalista a través del P.C.O., de los
que tanto hablo, se ha puesto el énfasis en las palabras Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad (dadas por supuesto
pero que no se llevan a cabo), para que sean el permanente camino hacía la
resolución de los problemas, hacía la mejora de los comportamientos, hacía la
discusión enriquecedora y los acuerdos. Ajustándose a las mismas, prevalecerán
el respeto, la libertad y la no prohibición a casi nada. En definitiva, nadie
puede evitar por una ley que ésta no sea vulnerada. Por consiguiente: sí a la
flexibilidad en su redacción; sí a la inflexibilidad en la aplicación de la
misma.
Se
hace imprescindible, no obstante, que el poder, los poderes, den ejemplo al
pueblo, “al pueblo que siempre tiene razón y no se equivoca”, con cuya
definición discrepo, al entender que la
mayoría de nosotros estamos, en mayor o menor medida, manipulados, con los ojos
vendados, dando vueltas a la noria extrayendo el agua del pozo como animales de
carga, para que tales manipuladores la acaparen. Será difícil superar tal pensamiento
de la gran mayoría de la gente y sólo el tiempo podrá difuminarlo erradicando las corrupciones, los
privilegios, los enchufes, aplicando la ley “igual para todos”; constatando,
además, que esa es la norma: andar y mantener el camino en tal dirección. No es
posible, o mejor dicho, a nada conduce, predicar sin dar ejemplo.
Ya
va siendo preciso recapacitar, dejarse de veleidades, de enfrentamientos
estériles: todos nos vamos al garete. Recuerdo, por si lo han olvidado, que la
muerte no se anda con miramientos y a todos nos toca la hora. Es una
oportunidad única para los que están en
el poder confesar sin reparos y ganar CONFIANZA que es lo que la gente
necesita. Sobran las palabras que suenan a huecas y nadie las cree. Es la hora
de obrar, actuando en beneficio de la comunidad
y no de otros intereses. Todo lo demás, independencia incluida, son
cuentos, cuentos políticos que no hacen sino dar miedo.
¿Quiénes sacan partido
de todo ello?
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