viernes, 26 de octubre de 2012

LA CIUDADANÍA ES LA QUE IMPORTA


La herencia de bienes o derechos casi nunca implica desarrollo personal. La transformación positiva del hombre se realiza, por lo general, poco a poco. En el plano psicológico, en el área de las emociones, en las ideas, en las actitudes, en los comportamientos y en la perspectiva de la vida en general goza de dos valoraciones: la percepción de uno mismo y la de los demás.
Conjugar ambas, seguramente, no es posible, tal vez, porque el resultado sea asimilable a una  frase que achaco a Unamuno respecto a nuestra personalidad: “Uno es como se ve,  como nos ven los demás y como realmente somos”. No podemos dejar de ser como somos genéticamente, sin embargo, el tesón, el esfuerzo, la voluntad y otros factores de importancia capital, (la nutrición, la cultura, la costumbre, etc.) influirán en nosotros de manera decisiva.
Nacer en un sitio o en otro, en una u otra clase de sociedad, con tipos de familias diversas, en la guerra o en la  paz, en un momento determinado, con el color o las creencias diferentes, por citar algunos ejemplos, es sinónimo de desigualdad.
¿Podemos otorgar a cada uno de los recién nacidos oportunidades similares?
(Me ciño, por descontado, al primer mundo que es donde me encuentro y el que conozco. El que marca los pasos del bienestar a los demás, al que, en su mayoría, aspiran)
Resultará difícil convencer a los progenitores que lo conseguido durante sus vidas (bienes y riquezas), no cedido o enajenado, pasará, en el momento de sus muertes, a la sociedad de la que lo tomaron. Sus hijos no tendrán ni activos ni pasivos con qué quedarse, incapacitados por naturaleza (desde el nacimiento hasta la mayoría de edad) y por ley posteriormente, para administrar la herencia. Ésta será a lo sumo en los menores valores para paliar los costos de su desarrollo y, después, un cobijo para quien no lo tenga, así como, en su caso, unos derechos de autor, que estimulen la cultura y la ciencia.
Por eso, la seguridad, la salud, la educación y la información no deberían ser confiadas a manos privadas. Tampoco, por supuesto, las armas y el dinero.
Como casi nada ha de prohibirse, menos aún, la libertad que es sinónima de la acción independiente con respeto. Por tanto, no hemos de inclinarnos sólo por el interés general y público, sino hemos de considerar igualmente los intereses privados. Y como ambos pueden ser espurios mal que nos pese, ya que todo lo dirigimos las personas (independientemente de políticos, empresarios, curas o truhanes) cada siete años, por ejemplo, un grupo de expertos elegidos y voluntarios en su cuarta parte, harán una revisión exhaustiva para enmendar, corregir e innovar, en su caso, todas y cada una, en su conjunto, las materias apuntadas, para que sean por igual impartidas en todos los lugares, tengan el color que tengan. No supondrá de ningún modo cesión de soberanía por parte alguna, más bien rentabilidad y ventajas para  todas ellas y, naturalmente, para los ciudadanos que en general son, al fin de cuenta, los que importamos.
Tres premisas (ya citadas en anteriores entradas para no extenderme) como ejemplo: Los impuestos han de igualarnos a todas las personas físicas. El Banco Centra Europeo ha de ser el regulador de todas las entidades de crédito de la Unión. La herencia no es un derecho de nadie, ha de regularse. Y, mientras avanzamos, que la Paz y el Amor nos unan.

  

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