Las
religiones que santifican el dolor y la pobreza, persiguen el sexo con saña y
despellejan a las mujeres, no hacen sino un negocio para quienes las regentan y
propagan. Éstos prebostes que se arrogan la representación de una deidad intercediendo
por quebrar el deseo, como si desear comer por tener hambre fuera ilícito o
gozar del sexo que masacran, fuera de las normas que imponen o no
estar por ellos bendecido, tuviera que ser delito siendo una pulsión, un
instinto, un sentimiento limpio, saludable y verdadero, para que dos personas
lleguen a quererse, si es que no se aman; son demonios que se regocijan con el
sufrimiento, calentando el caletre a la gente con sus prédicas de
mortificación.
Ser
pobre es una desgracia y a nada bueno conduce. El hombre necesita nutrientes
para su cuerpo y mente. Comida para respirar y armas para pensar. Un todo, que
permanezca estable, pudiendo decidir, poseyendo un criterio: Alimentos (pan,
agua, chicha y otros dones de la naturaleza) y pensamientos (libro, drama, periódico y otros legados del saber). Aceptar las
cosas como vengan no es resignase, ni arrepentirse o lamentarse transigiendo
con el dolor; es asentir para luchar,
cambiar o virar, seguir adelante, forjando una situación a la propia voluntad;
es admitir para reconocer y evitar la pobreza; es, en definitiva, lo más
razonable, aunque, tal vez, en el cielo no entiendan ni de pobres ni de luchas,
ni siquiera de vivir.
¡Dejen a los demás hacer lo que quieran; nadie
necesita consejos para salvarse en otra vida de la que ninguno tenemos pruebas!
¡Déjense de monsergas y trabajen en algo
más provechoso! Curar almas, si es que existen, es vivir del cuento y para eso
tenemos muchos políticos, curanderos y otros listillos de otras profesiones.
¿Cuántas
religiones se sustentan con los ingresos de sus feligreses? Para todas ellas el
agradecimiento por valerse con las prácticas que realizan, para el resto, lo
lamento, han de evitar extorsiones a terceros y, por descontado, pagar los
impuestos.
Supongo
que nadie habrá entendido que estoy en desafecto con el mundo espiritual. No.
Ni mucho menos. Forma parte de nuestras vidas y, por supuesto, de la mía
también; esté o no de acuerdo en muchas de las cosas que de él se magnifican.
Pero esos sentimientos, emociones, pensamientos, simplemente una mirada, desarman
al más poderoso de los mortales. Y son las cosas más sencillas, más frágiles o
más espontáneas, las que hacen vibrar las carnes. Un cuerpo como una torre agitándose
como un junco a merced de una palabra, una seductora sonrisa que cuanto más se
ve más enamora, los pucheros de un bebé o la frase ingenua de un niño, todo
candor, todo dulzura. Yo también me conmuevo.
No dejo de reconocer por eso, entre tanta hipocresía y
dioses de barro, que todo no es rapiña, siendo la espontaneidad magnifica por sus
deslices o la prédica por su vehemencia, aunque me escandalicen voces institucionales
preocupadas más por amor entre personas del mismo sexo, que por los desahucios
que sufren las familias. Citaré frases de Pérez Galdós, que vienen al caso: “Escribe tus chillidos en el viento para que
jueguen con ellos los pájaros… La verdad se viste de arreos de lo fabuloso para
cautivarnos más, y cuando ve que la contemplamos embobados, suelta la risa, se
quita el disfraz y nos dice: “Mentecatos, no soy arte; soy…yo”… He visto en la
religión la misma falsedad que en la política. No hay religión, por buena que
sea, que no haya derramado sangre inocente... El morir es bueno hasta para los
tiranos: el vivir es malo, aun para los oprimidos... Mucha religión, mucha teología política, mucha alianza de altar y
trono, ¿pero las magras dónde están? Yo las quiero, yo las necesito, las
reclama mi estomago y el estomago de toda mi familia que es tan católica como
otra cualquiera”.
Querido Reinaldo como dijo Benito: En España de diez cabezas, nueve embisten y una piensa....
ResponderEliminarMe temo que sigue pasando.
Un saludo.