sábado, 16 de marzo de 2013

EL ESFUERZO ES NECESARIO


Cuando se ha luchado intensamente por conseguir una cosa y no se alcanza, llega un momento que la decepción es tal, que la ilusión se abandona entrando en una profunda indiferencia hasta  lograr el desinterés por algo que antes considerabas un ideal. Después, pasado mucho tiempo en  estado de inactividad, una visita, una llamada anunciando que la insistencia logró el deseo pretendido ya no importa; entonces,  comienza a preocupar la facilidad, convertida en sospecha, de haber obtenido aquello por lo que tanto luchaste. Así que, cuando el esfuerzo por lograrlo se desvanece porque ya se tiene, se envidia la pobreza ajena en la que con  anterioridad estabas sumido.
Esto viene a decir que no existe ideal alguno que justifique una redención, una muerte o una crucifixión. El ideal cambia, la conciencia, la moralidad, la identidad cambian. ¿Para qué la guerra, el martirio o la revolución? Se trata de efectos especiales que se han tensado tanto que, pasados de rosca, no se pueden detener ni siquiera intentando lo contrario.
¿Es ese el camino que ennoblece, reconforta y amasa la felicidad, sino es la felicidad misma? Es un camino de esfuerzo, originario de logros de empresas inauditas, imprescindible para que el hombre culmine su estado como tal. Sin él, no se forjará el bienestar, ni la limpia sensación de cumplir con el deber, ni siquiera la representación genética podrá manifestarse.
Es el esfuerzo, el máximo esfuerzo que se pueda, lo que el hombre siempre ha de hacer. Hay que intentar mejorar las cosas y no encerrarse en el caparazón invisible del huevo con el que nacimos; ni abandonarse en él, que nos aguarda a la hora de morir. Fuera, sin su cobijo, nos esperan cientos, miles de dificultades, que hemos de superar por nosotros mismos y eso se logra con trabajo, con tesón, con la claridad educacional recibida, sin que nada esperes o muy poco te den resuelto.
Son las riquezas materiales heredadas el infortunio causal de la razón, la debilidad de pensamiento, la nula comprensión; son hervores sin fructificar, güeros embarazos o mahonesas cortadas. Pringues que han de irse remodelando para que la persistencia o el afán  suplan la anemia de ideas que se arrastran o padecen.
Cuando una sociedad procedente de la pobreza alcanza cotas inimaginables de libertad y de bienestar se asusta, para después vanagloriarse, incluso arrogarse una representatividad que no le corresponde. Algo desmedidamente inaceptable cuando ni siquiera han levantado la patita para mear. Y en la cresta de la ola, igualmente, surfistas que en su día no han pegado un palo al agua, se vanaglorian con sus proezas. Cuando eso no se acepta, y es un caso muy común, se cae en la cuenta de que el huevo invisible, aunque exista, ha desaparecido y que las cosas no se pueden dar por hechas y hay que trabajar.
Sin esfuerzo, ni robar es productivo; lo normal es que los surfistas aprendan que no sólo en el mar se puede navegar y que las conquistas se valoran más cuanto mayor es el esfuerzo empleado en conseguirlas y éste no se genera por ociosidad, precursora de los paraísos de vagos que, sin sudar, quieren cambiarse de camiseta.

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