sábado, 20 de abril de 2013

LAS ESTAMPITAS DE CADA DIA


Leer diariamente los periódicos, enterarse de las noticias cada día, visualizar lo que sucede en España es un ejercicio que no sé cómo calificar: Apasionante, preocupante, desconcertante, triste… Me desentierran viejas palabras de un profesor de la época de Franco ironizando: “Vivir en España es emocionante sin saber qué nos pasará mañana. Lo prefiero a vivir en Suecia, sabiendo al céntimo la pensión que se cobrará dentro de veinte años”.
Cada información forma parte de una maraña de acaecidos apetitosos para el periodista, pero sorprendentes para el receptor al que la inquietud lo subleva, lo mata poco a poco. Dejar de estar al tanto de la actualidad durante, supongamos, una semana, relaja y dosifica tanta angustia, que es  un ejercicio igual de recomendable como al contrario. Gracias a quienes nos ilustran, ya no sólo con las noticias, sino con sus opiniones. Gracias a ellas, podemos evaluar los variopintos puntos de vista que nos enriquecen, acreditando que no son máquinas.
He leído que corrupción se escribe corruPPción; socialista, sociOlisto y otras lindezas por el estilo. Me he ratificado que es más fácil sobornar tentando a los que pueden decidir, que caer en la tentación, aunque para la iglesia sólo el sexo sea pecado. He aprendido a engordar facturas contratando, insinuando, compartiendo. He comprobado como insultan, calumnian, utilizando pregoneros que cantan loas a sus contrarios, sin pruebas, sin recatarse, cuando duele, con la insidia del tú más. He visto arrojar a pobres por la Roca Tarpeya quitándoselos de la vista, sin considerar lo mucho que han generado, apartándolos de sus proximidades. No he querido pensar qué pasaría si la mayoría de la gente, como ocurre en algún país civilizado, tuviera acceso a las armas. Me ha resultado inevitable suspirar ¡Qué horror! Detesto al capitalismo que sangra al indefenso, exprime al débil y fortalece su impunidad  ampliando más la miseria con la anuencia, ayuda y protección del Gobierno. Nada que ver con la sagrada propiedad privada que nos venden. ¿Quién es Berlusconi que su ex mujer, contrariada, le reclama cien mil euros diarios de pensión por la separación, al ofrecerle tan sólo siete millones de una vez y trescientos mil euros mensuales? ¡Cuánto no habrán trabajado ambos! ¡Cualquiera de los dos, podría equipararse a mil empleados cobrando quinientos euros al mes! ¿Eso es moral capitalista?  ¡Maldición! Morirán aunque no quieran.
Asisto atónito a evidenciar la mínima expresión razonable que tenemos respecto al resto de los animales y no puedo por menos evitar justificar al hambriento que toma alimentos allá donde pueda conseguirlos, porque eso no es robar. Ni a aquel que se defiende de las agresiones que sufre, matando a sus atacantes, porque eso no es un crimen. Al contrario,  es  el poderoso, el arrogante, el avaricioso, el que mira por encima del hombro, abusando de su posición, quien vilipendia, roba y mata, como si estuvieran en sus manos otras  vidas que no le pertenecen. No puedo, mientras no me demuestren lo contrario, sino corroborar que la alternativa que vengo dando a conocer en este blog, está pensada para la totalidad de los hombres de la aldea en la que vivimos siendo personas, no seres capaces de robar y matar sin causa, cuando hay para todos y todos tenemos cabida. Que no me justifiquen la existencia de la sagrada propiedad privada cuando uno a muerto; que no me justifiquen el derecho exclusivo a decidir sobre un territorio por haber nacido fortuitamente en ese lugar; que no me justifiquen que el dios es judío, distinto al de los demás; que no me justifiquen las mentiras de la democracia del mercado liberal porque no existe; que no me hagan comulgar con ruedas de molino. Basta de trolas. Humanos, personas de carne y hueso, capaces de adquirir el saber y emplear los recursos, luchad por ellos, que no son de nadie y a todos nos pertenecen

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