domingo, 11 de agosto de 2013

ME GUSTARÍA PERO NO DEBO HACERLO

El 01/8/2013 Rajoy se mostró como una sombra neta, destacada, sin resquebrajaduras ni transiciones. Y es que la duda, el engaño crean la forma. A ello unió el peso de su cargo, la carga de la presunción de inocencia con una fuerza casi demoníaca para conseguir, cuan columna de un edificio que se desmorona, forma  plena de sobrio gobernante. Se jugó una última baza, dada su mayoría absoluta en el Parlamento, con una profundidad enigmática, con el convencimiento interno del que no tiene otra salida; salvo la singularidad de ser honrado y desdecirse (cosa que de momento  no hará) o indicar aquello de “no volverá a ocurrir”.
Un país que tiene un Gobierno indecente transmitirá una imagen indecente. Tal Gobierno no puede estar amparado por ninguna razón, carece de legitimidad moral y se inhabilita para ser modelo a seguir. Un Gobierno que no vela por los intereses generales cobrando la luz del sol, saltándose los derechos elementales de la gente, empobreciéndoles con impuestos mientras mantiene privilegios y leyes injustas o exonera a los suyos, es un Gobierno desacreditado. Un Gobierno ha de ser conocido por sus hechos, no por sus descargos, cuyas justificaciones están impregnadas de falacias y perversas intenciones.

Me gustaría (pero no debo hacerlo) poner a caldo a la clase política sospechando que estamos a la cabeza de la corrupción en Europa, sin visos de que vaya a solucionarse, porque el partido en el poder tendrá que seguir mintiendo y por tanto haciendo trampas para ocultar lo que hoy, al parecer, es una evidencia, mientras la espada de Damocles, pesada y rígida, flota sobre la cabeza de su máximo dirigente. Y me gustaría (pero no debo hacerlo) ya que la gente,   en niveles insoportables de desesperación e incapaces de tragarse tanta trola, necesita de un cambio de rumbo (ético, económico, político) cuyo poder  no enloquezca por enriquecerse y sea capaz de brindarles alguna oportunidad. A éstos (a la gente) conmino recordar otras realidades históricas. Rememoremos una película: Es el poder absoluto (la monarquía) manejado por la corte, la nobleza, la religión, la corrupción, que esquilma a campesinos con impuestos, quema sus chozas, arrasa sus campos, los abandona a su suerte (indefensos y sin justicia) o con sus cadáveres llena las tierras baldías. Hoy, una sombra de miedo recorre el vano de mi imaginación, ante similar situación con distintos personajes indecentes, que no puedo evitar. Y me gustaría (pero  no debo hacerlo)  tratar de no evocar a tales personajes que exigieron al pueblo la construcción de iglesias, monasterios o catedrales donde rezar; los pobres suplicando a Dios ver penar a los bandidos en el infierno; los ricos, dejando en herencia el pago de miles de misas con que evitarlo. No ignoraban los  intermediarios divinos el lucrativo negocio que hacían inventándose bulas,  cruzadas, milagros,  santos, patronas o promesas. Por eso,  “nunca he creído en una iglesia que quema a sus disidentes en Autos de fe, crea la Santa Inquisición, juzga por el Tribunal del Santo Oficio o amenaza con implantes diabólicos (excomuniones, castigos, fuego eterno), mientras se sientan a la mesa de los poderosos y no practican lo que dicen. Eso es hipocresía. No son los obispos inquisidores mejores que negreros y piratas”. Y me gustaría (pero no debo hacerlo) porque nosotros, todos nosotros, somos, antes que nada, personas físicas, que después ejerceremos cualquier profesión y actuaremos decidiendo y pensando de forma diferente. Los males, por tanto, nos son achacables.  Es el Sistema político, social y económico el que ha de innovarse; en el que reyes, políticos, empresarios o cardenales no impongan sus reglas, limitados en el tiempo, excluidos de privilegios, regularizadas las herencias, diversificados los poderes. La ocupación ha de ser la norma, la responsabilidad virtud, el delito castigado. Cambiar es imprescindible, pero por personas  que suscriban el claro compromiso anterior al que han de estar sometidas. 

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