domingo, 9 de marzo de 2014

LA DOMESTICACION INEVITABLE



¿A qué o a quién sirves? Casi siempre, al parecer, está claro, pero, tal vez, no.
Los hombres, sin embargo, vivimos mediatizados; especialmente los afiliados a la disciplina de una organización dogmática, programática, sectaria, religiosa, militar, política, supeditada a altos intereses o ideales empresariales, colegiales, sindicales, independentistas, que roban,  mienten, matan, juran en arameo, comen culebras y lagartos, beben pócimas por no sé qué honor hasta el extremo de creerse sus propios engaños, justificándolos como parte de su enseñanza para salvar a la patria, sacrificarse por su sagrada condición, inmolarse en pro de la elevación de su alma, defender el exterminio humano, convencidos, sobre todo, que los demás están manipulados. Se equivocan; en mayor o menor medida, todos estamos domesticados.
En política hay muchas alianzas, incluso contrarias a los propios intereses que defienden. Amenazas, silencios, poderosas razones que, a veces, se tornan superiores a los principios; pero, en todos los casos, la parca llega colmando de vacío los cementerios y apagando las voces de los más alborotadores y temerarios. Por suerte, no nos libraremos de ella.
Por consiguiente, el hombre para obtener la felicidad, ha de aceptar lo que acontezca, sin que por ello haga dejación de sus ideas o creencias y tenga que conformarse. Se habrá de rebelar por mucho que le suponga el mayor de los sacrificios.
En general, cosa distinta se agita en las empresas (grandes y multinacionales) que son auténticas estafadoras. La forman chorizos profesionales que imponen sus tarifas, sus métodos de cálculo, sus formas de actuación, pasándose por el arco del triunfo cualquier ley o norma que no les interese aplicar. Esto no es de recibo, pero el Estado (a través del Gobierno) lo efectúa igualmente dando ejemplo. Sus clientes o consumidores están, ante ellas, indefensos y sus reclamaciones machacar en hierro frío. Correa es el paradigma claro del ídolo caído; con seguridad, fue envidiado y guía de lo que llaman éxito. Cuestionar lo que nos proponen y anuncian es el método a seguir. Convendría, no obstante, diferenciar entre las empresas públicas y privadas que deberían coexistir y competir para que sean los usuarios (no el sistema) quienes decanten su conveniencia.
Tengo la sensación de estar volviendo a la ley de vagos y maleantes y eso me asusta; me suena a Dictadura. Establecer normas parecidas, atenta a la frágil democracia, que apenas cubre las necesidades perentorias de los ciudadanos. Las medidas que fragmentan la libertad son indignas, cobardes y aberrantes, máxime, cuando el pueblo ha dado muestras de cordura y espera, de una puñetera vez, ejemplos de transparencia. ¡Puede que no sean suficientes las numerosas manifestaciones del descontento de la gente! De seguir así, nos trocaremos en personas dependientes, incultas, pobres, miserables e indefensas.
Una transición personal hemos de comenzarla desde la niñez. Los padres aportando no sólo sus genes sino sus memes. Y éstos, a diferencia de aquellos, transformarlos conscientemente. La educación, la cortesía, la cultura, el respeto, los alimentos, los hábitos, las costumbres no habrán de impartirse de forma automática sin antes considerarlos. ¿Por qué bautizar, circuncidar, catequizar o politizar a los niños sin su consentimiento? Que la domesticación  inevitable se realice desde los valores de la convivencia (tolerancia, respeto) en el ámbito de la familia y desde la escuela el esfuerzo (afán de superación, adquisición del saber).

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