domingo, 3 de agosto de 2014

EL P.C.O. CAMINA



No hay nada más alejado de Dios que todas las religiones habidas, que todas las religiones que hay actualmente y que todas las religiones que el futuro nos depare. Las religiones no son parte de ningún componente de la evolución natural de un Cosmos que ha proporcionado vida en La Tierra; son más bien un mecanismo de defensa,  inventado por los hombres, a fin de protegerse de su miedo atávico,  asentado en las emociones y los sentimientos, que la cultura ha comercializado como una mercancía inagotable. ¿Habrá vidas con otros mecanismos?
En su día, hoy y mañana, el placer y dolor, guías por donde nos lleva la existencia, se satisfacen calmando los miedos que los provocan. Se iniciaron con la amistad inseparable de un creador del mundo y de la vida, que por los siglos de los siglos perdurará de muy diferentes maneras y cuya evidencia o irrealidad no son susceptibles de someterse a una comprobación científica. Hay numerosas razones objetivas  para negar o afirmar la existencia de un ente creador; ninguna para que alguien (persona o institución) se arrogue su representación.
Ante tal cuestión se considera inteligente mantener una actitud pasiva, impecable y no tomar partido: que sea  la propia subjetividad la que nos guíe.  No necesitamos de brujos, gurús ni  mediadores que nos intimiden, nos  dirijan y cobren por su intervención. No paguemos más comisiones cuando podemos comunicar directamente. Dios no precisa de intermediarios. Hay que olvidarse de miedos, creencias o ritos y  dar por sentado que todo es cuestionable, pese a que existan intereses encargados para que el pánico persista.
Muchos son las culturas (la nuestra entre ellas) que nos hablan de sacrificios humanos sacralizando rituales que sirvieran para mantener las conexiones entre hombres y dioses. Hoy en día no podemos vivir sin rituales que alienten, apasionen e, incluso, por los que demos la vida. ¿Quién ignora a cantantes, deportistas, divulgadores vehementes o carismáticos políticos que son sus ídolos? No obstante, ellos no son entes o formas desconocidas, incontrolables o  excitadores del peligro; son de carne y hueso como todos y, llegado el caso, son abominados o  denostados por cualquier circunstancia. Son personas de cualquier condición, buenas y malas, que pertenecen a nuestra misma especie, capaces de amar o matar, de ilusionar o mentir a sus mismos congéneres. Ocupados en sus trabajos con los que ganarse la vida.
Han pasado millones de años y el hombre está encumbrado en el cenit de la evolución. Nadie puede negarlo. ¡Faltaría más! Pero aisladamente, aun siendo ser de manada, necesita sentirse superior a los demás, por encima del bien y del mal, atrincherándose con prebendas y beneficios exclusivos. Y surgen los poderes absolutos tanto divinos como humanos. Los que proporcionan la fuerza, la riqueza o la estrategia. Y los sistemas sociales van emergiendo ante una ingente población. Sistemas donde la económica y la política se vinculan sin ceder más espacio al sentido común del que ellos considerar preciso, olvidándose de la espontaneidad. Un sistema liberal o privado que se transforma en un imperioso capitalismo, adueñado por el anonimato de unos mercados salvajes y especuladores, que propician el distanciamiento de las personas: los pobres y los ricos. Un sistema comunista que dice velar por el hombre y se aparta de la democracia, la libertad y reparte miseria para todos, basado en que la propiedad le corresponda al Estado que a nadie representa, salvo a sus dirigentes. Ambos, privatizan beneficios y socializan pérdidas o al revés, respectivamente. La intuición me dice que la flexibilidad del P.C.O. (Proyecto de Ciudades Ocupacionales) que vengo divulgando podrá llevarnos a un buen  término medio con Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad.

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