sábado, 28 de febrero de 2015

ERRADICAR DE MALES A LA CIUDADANIA

Hay quienes compran obras de arte, antigüedades, publican libros, simulan transacciones… que, posteriormente, declaran vender con márgenes muy elevados obteniendo unas ganancias desmesuradas con las que justificar el dinero que mantenían oculto producto de robos,  comisiones, operaciones ilícitas o sobrevenido sin poderlo acreditar. Delitos que de ser descubiertos se salvan con argumentaciones de todo tipo aduciendo el no pago de impuestos como mal menor. Otros cambian de un país a otro maletas repletas de billetes (cuando no lo hace la entidad financiera) sin que en el paso fronterizo sean detectados, siendo Suiza el país destino por antonomasia. Existen otras mafias dedicadas a horrorosas faenas con seres vivos como la prostitución, pedofilia, venta de órganos, emigración, tiranía, chantajes y otras extorsiones vendiendo armas, drogas, estupefacientes, asuntos financieros y otros terrorismos… que gozan a través del dinero efectivo de inmunidad al realizarse sin ningún tipo de control con cientos de fórmulas para proceder a su blanqueo tal como citábamos anteriormente: ventas ficticias, adquisiciones de boletos premiados, creación de negocios tapaderas, proyectos fracasados, comisionando a testaferros, cuentas en paraísos fiscales y otras sofisticadas formas que van surgiendo antes que la ley pueda impedirlas. Son, sin embargo, la creación de sociedades pantalla,  interpuestas, sin actividad, offshore, patrimoniales… las que más se emplean para que no se puedan desenrollar los ovillos con los que se tejen toda clase de violaciones a fin de conseguir dinero que origina riqueza, bienestar material, poder, influencia o dominio. Hay quienes compran voluntades, emplean trabajadores a destajado o sumen en la esclavitud las desgracias ajenas. No hay nada peor que estar sometido a algún tipo de dependencia.
Examinémoslo y veamos de que dependemos para vegetar: respirar es lo primero. Lo segundo, alimentarse. Después muchas cosas más para vivir dignamente. Vayamos podando lo que podamos prescindir, en especial aquello que crea sumisión y nos ata. Comprobaremos que el dinero es lo más estimulante, despierta codicia y, por conseguirlo, se miente, se mata y sus efectos son dañinos cuando no criminales. El Estado ha de actuar erradicando los males que afectan a sus ciudadanos. Y es innegable que el dinero, no como instrumento de cambio, lo es. De él se depende como si fuera el aire que respiramos; sin embargo, no es imprescindible y hay que abolirlo retirándolo de la circulación físicamente para que su movimiento, como la escritura que sirve para comunicarnos, vaya dejando trazas por donde transita y poder detectarlo; al igual que sucedió, recientemente, con las tarjetas black  de Bankia e impedir que, entidades financieras o no, campen a su antojo lavando fortunas y ocultando delitos.
Oí casualmente en un bar a malas lenguas cotillear como novelas se destruyeron para ser  las obras más vendidas del mercado y gozar de una fama impropia, similar a la quema de excedentes de producción a fin de no bajar precios y blanquear así dineros obtenidos con malas artes, liquidando, además, un iva reducido.
¿Qué problemas tendrían los ciudadanos honrados con que el Gobierno suprimiera el dinero físico? Ninguno. Podría, momentáneamente, no erradicar la moneda o calderilla para pequeños pagos; los demás se efectúan ya, por lo general, a través de los medios de que disponemos: transferencias, domiciliaciones, tarjetas, cheques… dejando huella y siendo fiscalizados. Obligar a la banca a que se tenga una cuenta sin gastos de mantenimiento para tales menesteres no es problema alguno; al contrario, las entidades estarían encantadas con mayor número de usuarios a los que poder vender sus productos, disponiendo de la totalidad de los recursos del Sistema.

En este mismo blog ya he dado a conocer las bondades de aplicar tal medida, pero no tendré inconveniente en repetirlas para que nadie, por el motivo que sea, se sienta afectado. De acometerse, perjudicados serán todos aquellos que quieren permanecer campando anónimamente con el dinero en efectivo y hacer de él su arma explosiva.

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