domingo, 1 de febrero de 2015

Iz al infierno de cabeza



¡Enhorabuena señora Merkel! Ha conseguido, por fin, que alguien en Europa se entere. ¡Enhorabuena pueblo griego! Os habéis dado cuenta, por fin, que las cosas se pueden hacer de otra manera.
Ángela Merkel no es una hermanita de la caridad, ni un padre que llame la atención y actúa. Ejerce la política buscando sus intereses a costa de lo que sea, sin importarle nada más que lo suyo, tal como lo hacen los mercados; por tanto, ¿de qué criticarla? Pertenece al Club más distinguido de mercaderes (que no social) aportando la cuota más alta de todos sus miembros  y lógico es, que algún tipo de influencia provoque a las instituciones que lo administran, cuyos elementos llevan un nivel de vida increíble codiciada por los dirigentes de los demás socios del Club, ya que dilapidan sin que les falte de nada; se consideran prohombres por encima del mal y del bien y, como diría Podemos, son una Casta, libre de toda responsabilidad. 
¿Cómo no imitar tan fáciles prebendas si el Club los autoriza? Y el contagio se propaga entre los gobernantes de los países del Club, animados (¿cómo no?) por los mercados dispuestos a facilitar financiación sin trabas, ajenos a desequilibrios, a nulas posibilidades de devolución o, lo que es peor, autorizados a trocear sus créditos en su beneficio y hundir al sencillo inversor.
Ello desemboca en una crisis de la que se aprovechan bandidos, mafias, intermediarios  y los que no cesan de cabalgar entre la corrupción y la inmoralidad (por lo general políticos, poderosos y amigos de éstos): robando y mintiendo, defraudando al fisco y trasladando la pasta de lugar, sobornando y exigiendo comisiones, engañando con obras faraónicas y comprometiéndose con lo que no pueden cumplir, aceptando la condonación de sus deudas particulares y aumentando el presupuesto nacional…. Y, entonces, la deuda del Estado (lo público y lo privado perdonado por la Banca a las que hay que rescatar) se ha de devolver por “quienes hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.
La señora Merkel azuza a que paguen los tramposos, con la razón que le da su cuota, en lugar de avanzar en un único presupuesto o en la unidad política del Club. No quiere sino que se ajusten a gastar no más de lo que ingresan como en cualquier familia decente y normal. A algunos de sus correligionarios (¡qué saben a quienes han favorecido!)  en vez de que se les caiga la cara de vergüenza por ello, sacrifican a la gente modesta, ahorradora o necesitada, que vivió económicamente a años luz de ellos, a carecer de empleo, de salud, de educación, de sueldos dignos, cuando no a ser condenados a emigrar o vivir en la miseria. Los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres y los acreedores, carentes de corazón y sin que les importe que ellos también fueran culpables, quieren cobrar. Y renuevan las facilidades. Y exigen más reformas. Y endurecen sus condiciones. Y la señora Merkel  se convierte en el punto de mira de Gobiernos que no disparan sino contra sus propios ciudadanos como se ha apuntado: quitándoles el pan (alimentos para el alma y el cuerpo) y la dignidad (salud y trabajo). Prometen (eso sí) para las próximas elecciones Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad de la que carecen como si nada hubiese pasado, dado que ellos y los suyos ni sufren ni padecen, quedos en las alturas privilegiadas. ¡Qué se vayan al infierno!
Gracias Ángela por abrir los ojos a millones de almas europeas, ya que el grifo no se puede tener siempre abierto; que aunque haya recursos, se agotan; que la economía es la misma para todos y que, políticos y mercaderes, no sois de fiar. Por tanto, ejemplo y responsabilidad se os ha de fijar lo primero y mientras eso no se haga, ¡id al infierno de cabeza!

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