La intención de voto nos vienen indicando los grupos políticos que,
posiblemente, ganarán las próximas elecciones. No dudo en absoluto de la buena intención de la gente. Está claro, que quienes han gobernado desde
la Transición hasta ahora no son merecedores de más confianza (sus
numerosos casos de corrupción son la certeza para el recelo), sin embargo, me
gustaría que, no sólo éstos sino las demás alternativas, nos contestaran a una
simple cosa: ¿Qué harán para no caer en
los mismos errores? Examinaremos lo que digan. No obstante, nos gustaría
oír una con la que deben implicarse. A saber: “Quitaremos el dinero físico de la circulación, dejando, eventualmente,
la calderilla”. No estaría de más que, individualmente, nos dieran a
conocer las medidas que van a utilizar para no delinquir y, en su caso, cuáles
van a ser sus castigos y responsabilidades. Se me antoja que, además de eliminar el dinero para poderle seguir
su pista, deben abolir sus privilegios
(no asesores al haber funcionarios, ni establecer dietas ni dobles sueldos, ni
aforamientos, ni coches oficiales… y que el poder judicial lo sea,
independiente por completo… y más cosas) y, antes de al ostentar un cargo
político, suscriban una declaración jurada o notarial (publicándola) de las
obligaciones a las que se comprometen. Podrían ser más o menos estas: “1.- No tendré ninguna clase de prebendas
(contrapartidas, pensiones…) claramente diferenciadas a las del resto de los
ciudadanos. Ello incluye, que la ley se me aplicará igual que a los demás
ciudadanos y, en su caso, no saldré de la cárcel hasta no haber reparado el
daño causado, cuya responsabilidad, de no poderla hacer frente, recaerá
subsidiariamente en el partido con cuyas listas fui presentado, para lo cual
acompaño su aval. 2.- Presentaré a la entrada y salida del cargo que ocupo
relación de bienes detallada, así como las de mis familiares más allegados;
permitiendo también que, en cualquier momento las autoridades judiciales,
puedan revisar las cuentas y los extractos bancarios correspondientes. 3.-
Representará delito para mí el no cumplimiento injustificado tanto de los
presentes compromisos, como el de las promesas electorales.”
La confianza ha de ganarse. El
pueblo no puede aceptar más mentiras y engaños para que (unos tramposos) alcancen
el poder. Tampoco evasivas o tretas para justificar sus fracasos. Menos aún,
asistir al espectáculo descarado y continuo del tu más con que testimonian sus delitos o estulticias. Falsedades y estafas han de corregirse. El pueblo
está indignado y, aunque no puede perder la cabeza, ha de exigir garantías (al
menos las citadas) a sus futuros gobernantes, a cada uno de ellos, que deberían
desnudarse y dar a conocer su origen, su trayectoria, sus inquietudes, ya que
todo el mundo ha oído aquello de que la
cabra cambia de pelo, pero no cambia de leche. La gente ha de saber quién
le representa y el grado de su Honorabilidad.
Lo qué piensa hacer, las medidas qué acometerá, los medios qué necesita y
cómo realizará el Programa de su partido. Y, sobretodo, qué Transparencia empleará. Los beneficios
qué se obtendrán, cuándo y de qué forma se materializarán. En definitiva, con
qué Rentabilidad.
Hemos de tener en cuenta que no hay efecto sin causa. Y a ninguna persona,
de ningún grupo, se le ha de facilitar un cheque en blanco. Habrán de aportar
los avales que considere oportunos (además del de su partido) para tranquilidad
de la gente. Y presentar su historial, su proyecto de actuación, su fehaciente
compromiso, sea elegido o no. Que se implique, igualmente, en dar ejemplo a la
sociedad y respete los principios citados de Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad que han de regir en
todas y cada una de sus y nuestras acciones.
A estas alturas de la película, todos
los políticos o los que intentan meterse en política, sino se mojan
responsabilizándose con su patrimonio o algo que les duela, me suena a farsa, a
impostura, a que son amigos de la corrupción y del enredo, intentando medrar en
su propio beneficio. Otra explicación más plausible tañería como las
campanas de una ermita abandonada, sin clientelismo que llevar, vaciada de
santos, con que vender su mercancía. Ya no queda margen para justificarse con
errores porque los demás los hayan cometido o sospechen que siguen
cometiéndolos. Los errores serán nuestros, de todos los electores, que elegimos con nuestros votos a personas o
grupos indecentes.
Pongámonos en situación y supongamos que tenemos que contratar a varias
personas para un determinado trabajo. ¿Qué
es lo que hemos de hacer?
Examinaremos los currículos de
los candidatos, indagaremos sobre los mismos, les haremos algún tipo de prueba
y los someteremos a una entrevista, pese a que todos ellos posean excelentes
informes y propuestas para el trabajo que les vamos a encomendar. Trataremos de
contratar a los más indicados, a los más aptos para el puesto sin errar, entre
otras cosas, porque tendremos que
pagarles sus honorarios y su coste ha de ser compensado con los bienes que nos
produzcan.
En el caso de dar la confianza a un político (emitiendo un voto a su favor)
hay que tener más cuidado todavía: no hay periodos de prueba, ni despido libre
y, además, aunque no quieras, gozará de un tiempo fijo en el que no cabe
recurso alguno contra él.
Si alguien trabaja para ti, está
siempre a tú disposición haciendo lo que se le requiere. En el caso del
político, se torna la situación tan pronto es elegido. Pasa a
mandar él y ¡de qué manera! Se designa a sí mismo su sueldo, campa a sus
anchas y se considera inmune. Sus decisiones nos afectan sobremanera. Nos
damos cuenta entonces, que deberíamos de haberle exigido algún tipo de fianza
con la cual resarcidos de su desfachatez al no cumplir lo que nos había
prometido o si nos engañó deliberadamente.
La banca capitalista nos muestra a menudo sus exigencias con cláusulas, tal
vez, abusivas, pero permitidas; requiere de infinitas
garantías para financiarnos e, incluso, si pasado un tiempo, las mismas
aportadas no son suficientes, puede dar por vencido el mismo de no ser éstas
ampliadas. Es más, el banquero no
concederá un crédito por muy bueno que sea el proyecto que se le presente, si
el peticionario ha sido con anterioridad un mal pagador, un dudoso deudor, ha
dejado de pagar o tiene antecedentes de no haberlo hecho. Nada parecidos
son los motivos por los que otorgamos nuestra confianza a los políticos. Son
elegidos sin prenda alguna, con la garantía de su sola palabra que, como tal,
no está suscrita ni tasada aunque hayan pruebas certeras de haberla pronunciado
¡Pero sirve para tan poco! Hemos de
exigir, por tanto, responsabilidades por escrito. Que sus embustes e
informalidades les cueste el puesto. Que sus partidos les respalden
convirtiéndose en sus garantes. Más
aún, desconfiemos o, sencillamente, no votemos a candidatos que hayan falseado,
robado, enriquecido o estén incursos en casos dudosos, desdeñando al partido
que los lleve en sus listas, ocupe el lugar que ocupe ¡Quien hace un cesto hace
ciento!
Una empresa o proyecto irá de una manera u otra dependiendo de las personas
que la dirijan, por lo que no debemos exponernos a sufrir sus consecuencias.
Bien es cierto, que todos pensamos de manera diferente, pero independiente a las ideologías de cada cual, los valores de
Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad son fundamentales para una elección
ideal.
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