miércoles, 20 de mayo de 2015

¿A QUIÉN VOTARÁ?



Harto estoy de oír que todos los políticos son iguales. Iguales son las pulsaciones vitales de los hombres, desde el nacimiento hasta su muerte, pero las diferencias consisten en los genes, la alimentación, la salud, la educación, la cultura recibida. Y no sólo carecemos de la misma domesticación sino que, constantemente, nos bombardean con manipulaciones de las que somos incapaces de substraernos. Además, la memoria es selectiva, caprichosa y olvida lo que interesa recordar o lo evoca a su manera, haciéndonos personas frágiles y poco objetivas.
Aun siendo iguales los objetivos finales que deseamos (vivir en paz, libres, justos, felices…), cambian los caminos (métodos, formulas y planteamientos) que se toman para conseguirlos. Por simplificar, hay dos maneras de ver las cosas (hablamos genéricamente de derechas e izquierdas, conservadores y progresistas, republicanos y demócratas…) y tres propuestas desiguales: las dos citadas y una tercera receptora de ambas (eligiendo una o diversas cuestiones de las anteriores, sean radicales, de centro…) que nos llevarán a un mismo destino aunque, aisladamente, en cada uno de nosotros, existan conceptos y matices dispares que nos hacen distintos, hasta el extremo de asegurar que nadie es igual a nadie, ni siquiera parecidos en un mundo de siete mil millones de habitantes, ninguno de los cuales defendiendo sus ideas, puede sentirse equivocado.  A partir, sin embargo, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nos hemos dado normas que conviene no olvidar. Normas, que si bien se pueden modificar, deberíamos tener presente y respetar a la hora de votar. Normas que los  políticos dicen cumplir y no sus contrincantes. No obstante, hay una no escrita que se ve cuando miras los ojos de un niño, cuando sabes que alguien pasa hambre, cuando de pena llora un ser humano. Entonces me veo reflejado como si fuera mi figura, como si me sirviera de espejo. Y no me gusto y paso página y me digo que lo que veo está muy lejos. Y no es cierto: nadie queremos vernos desamparados y todos somos miembros de la familia humana.
Por eso, votaré al grupo político que piense sin complejos que todos somos iguales. Que abomine y luche contra la injusticia, la impunidad, los privilegios... Que  considere a los seres vivos y, especialmente, a los humanos por encima de todas las cosas. Que ayude a la gente y actúe contra el paro y la pobreza como si de un desastre natural se tratara, dando ocupación a quienes necesitan ganar algo para vivir honradamente, proporcionando cobijo a los desahuciados, combatiendo las lacras sociales, siendo solidarios con las desgracias y facilitando un mejor reparto de la riqueza. Y, por el contrario, no votaré a los grupos que sacrificaron a la gente en favor de los mercaderes (oportunistas y especuladores) sabiendo que la economía se puede hacer de otra manera. No votaré a los que permiten que nuestros hijos obligadamente tengan que irse de España como sucedió en la dictadura y que, como entonces aquélla, evidencia una absoluta falta de solidaridad y la vergüenza de quien nos gobierna. ¿Por qué no responder como lo haría una familia defendiendo a sus miembros débiles de sus estafadores? Decididamente falta coraje y no votaré a quien no ataja tales repulsas. Que ahora no nos hablen de crecimiento, de bajada de tipos de interés o del petróleo o que el euro se devalúa ¡Ya son muchos los muertos! Ya sabemos que ello origina, y bienvenido sea, aumentar las exportaciones y las rentas de los ricos, pero se olvidan apuntar que las distancias sociales también  aumentaron al igual que la pobreza y la incultura. ¿Nos quieren tomar el pelo o es que nos consideran idiotas? Y un ejemplo para terminar. La renta de cada español se acerca a los 30.000 Euros anuales; ¿cuántas son las familias que, cada uno de sus miembros, ganan tal cantidad? Como si fuéramos economía así nos manejan: facilitando dulzor a los oídos cuando las tripas silban con su aire. Harto estoy de oír que todos los políticos son iguales.

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