martes, 30 de junio de 2015

HILOS DEL CAPITALISMO

Hoy Grecia, a mi juicio, afronta una situación de vital importancia para su propia población y desde las diversas tribunas, en los medios de comunicación españoles se han oído opiniones para todos los gustos. La mayoría de ellas tendenciosas que, dependiendo del punto de mira, me atrevo a considerarlas heroicas o traidoras.
Rememoraré la dictadura franquista sufrida en la que, la mayoría de jóvenes educados en tal régimen, nos imaginábamos, merced a su democracia orgánica, que los masones, los ateos o los comunistas eran seres diabólicos y peligrosos a los que combatir. Llegó por entonces, por vez primera en España, el conjunto de baloncesto, el TSK de Moscú, al Palacio de Deportes de Madrid a jugar contra el equipo de la capital y la atracción fue inusitada, no por ver a aquellos seres  venidos del Averno jugar al baloncesto, sino por contemplarles, tocarles a ser posible y, en definitiva, redimirnos. Llegamos a la conclusión que el miedo de nuestros caletres (los soviéticos carecían de cuernos, de rabos y sólo tenían carne y hueso) era infundado y  embutido por la maquinaria del sistema para hacernos prisioneros como chorizos de Cantimpalos o  carne picada en las tripas de cerdo.
Más recientemente, ya en democracia, en la Puerta del Sol de la capital del Reino, se montó un campamento de indignados protestando contra muchas cosas: la forma de hacer política en favor de una minoría privilegiada, los escándalos de latrocinio, desigualdades, injusticias y, en esencia, contra la escasa participación de la gente en la frágil democracia, acaparada por un bipartidismo, cambiando de caras no de política, cuando en la Transición se pensó en un sistema proporcional para mayor numero de alternancia en el poder. Aquella acampada originó ilusión y críticas; preocupación e interés; chanza para algunos y esperanza para otros. Los defensores del sistema, periodistas, gente reputada (recuérdese) los ofendían al tiempo que les retaban a que tales protestas las canalizasen a través de un partido político que legalmente establecieran. Y lo hicieron. Y hoy, por los mismos, son temidos, tildados de populistas, de soviet y de muchas cosas más como si fueran ilegales.
Al pelo, en vísperas de elecciones generales, nos encontramos con el caso griego. Un caso que aprovechan unos y otros en su propio beneficio. No obstante, las situaciones no son iguales por muy similares que parezcan. Las cosas no son verdad por mucho que se repitan. Ni  tiene la razón quien más grita o desde una tribuna la invoca. Somos víctimas de la información interesada; sin embargo, sería absurdo no intuir, no recurrir a nuestro sentido común más personal. Aún resuena en nuestra memoria palabras elocuentes para ir a la guerra  y eso no es razonable. Indiquen el lugar que quieran: Cuba o Marruecos donde fueron a morir españoles que carecían de pesetas;  Irak  donde existían las armas de destrucción masiva inventadas para el beneficio de algunos. Pongan sus propios ejemplos que no atenten contra la vida, contra la libertad, contra la democracia que estamos construyendo y hemos de preservar. Y no seamos cobardes. Qué nadie nos asuste. Que de los errores, en su caso, se aprende, pero nunca se sale del miedo si se tiene miedo. Conviene saber que nadie es imprescindible y las cosas se pueden hacer bien de muchas maneras. Y no lo duden, el pueblo griego saldrá fortalecido con la decisión que tome su gente; la gente que les metió en este lío, seguro que ya tiene su dinero a buen recaudo, fuera de Grecia, porque la Patria de estos patriotas es exclusiva de su poder y sus riquezas, pese a que, como todos nosotros, irán a criar malvas muy pronto. No demos crédito a quien provoca temor ¡Qué no traten de hervir el agua para hacer morcillas con nuestro sentido común, porque nuestra sangre no les pertenece!

Y una observación: que extraño resulta que, después de tantos días, de tan dura negociación, en el último momento, por un quítame esas pajas, unilateralmente, una parte rompa la baraja. Y dos preguntas: ¿no sería mejor condonar una cantidad (por ejemplo, doscientos mil millones) a cada uno de los miembros de la U.E. y la cifra resultante contabilizarla en una cuenta de activo del B.C.E. (por ejemplo: Solidaridad europea: condonada/amortizable) en sustitución de la existente? ¿Podría ser el momento de inflexión para no tolerar más déficit nacional (salvo hecatombes) y reiniciar la unión política europea? Y una larga reflexión: Grecia así podría pagar el resto, muchos otros países (Portugal, Finlandia) liberarían su deuda y unos terceros compensarían vendiendo sus beneficios. Sería no una tristeza para Europa y su gente, sino, cuanto menos, diecinueve alegrías (de veintiocho posibles). Téngase presente que el acuerdo no es cuestión de fuerza y con la imposición nada se consigue. En el caso heleno menos todavía: acreedores y deudores saben que su deuda es impagable. Al gobierno actual, que no es el culpable, no se le puede castigar por fomentar la democracia realizando un referéndum y tratar que el pueblo se responsabilice también de sus decisiones. La gente estará a muerte, de acuerdo o no, con quien así, por primera vez, lo solicita. Y, por último, una enigmática conclusión: ¿Para cuándo la poda de palmeras?

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