sábado, 6 de junio de 2015

HORAS DE PACTOS



Son las coyunturas las que propician a tener que hablar, escribir, actuar o callar. Cada uno de nosotros hemos de ser conscientes de lo que toca en cada momento. A veces el recelo, la vacilación o el temor nos dominan y, sin lugar a dudas, acertar qué hacer es una virtud.
Políticamente, después de las elecciones y a tenor de los resultados acaecidos, son tiempos de hablar, avenirse y acordar. Una de las acepciones de acordar son: conciliar, acercar. Y, por supuesto, no es nada fácil conciliar voluntades o pareceres; sin embargo, al margen de las ideas y de los intereses legítimos de cada cual, el respeto y la ausencia de descalificaciones han de prevalecer por encima de todo para llegar a entenderse. Sin consideración, civismo (educación en definitiva), al margen de lo que se trate, difícilmente, habrá conformidad.
En mis conversaciones, en este blog, en mis libros, sean las circunstancias que sean, siempre he expresado que han de darse, por parte de todos, tres fuerzas, que no debilidades, tales como: Honorabilidad. Transparencia. Rentabilidad. Además, propongo que hagan suyos (como yo he tratado de hacerlos míos) los cuatro acuerdos (copiados del libro con igual título del Dr. Miguel Ruiz); los cuatro compromisos adquiridos, al parecer, del conocimiento tolteca, que son:
El primero y más importante: Ser impecable en nuestras palabras.
Éstas captan nuestra atención. Entran en la mente y nos cambian por completo: nos liberan o nos esclavizan. Ya va siendo hora de no juzgar, de no atacar a los demás, de hablar sólo de nosotros, de nuestras cosas, de nuestros proyectos. Todo lo que piensen o nos digan los demás son cosas suyas: sus basuras, sus miedos, sus deseos…
El segundo compromiso consiste en: No tomar nada personalmente.
Nada de lo que los demás hacen es por nosotros; lo realizan por ellos mismos. Cada cual debe saber quién es y ser responsable de lo que hace y dice. Lo que los demás hagan o digan no podemos evitarlo. Nadie tiene el derecho a manifestar como somos (eso  le es  ajeno), pero, igualmente, no es potestad nuestra  eludirlo.
Al hilo de la anterior responsabilidad está la tercera: No hagas suposiciones.
Son muchas las cosas que sin razón o certidumbre, sospechadas o dadas por ciertas, nos tomamos personalmente. Convendrá averiguar la verdad y acometer la resolución de los problemas, antes de dar palos de ciego.
Por último, el cuarto acuerdo del conocimiento tolteca viene a decir: Haced siempre lo máximo que podáis, no sólo respecto a los puntos anteriores, sino respecto a todo.
Será la acción la que nos hará sentirnos inmensamente felices. Evitarla, cuando tenemos que abordarla, se convertirá en carga más dura, más pesada y más difícil: reconforta aceptar y hacer las cosas que hay que hacer o aceptar y luchar contra una ley impuesta o injusta.   
Con sólo esto nos cambiará la vida: el verbo tornará el miedo en esperanza y supondrá estar más vivos para ser más libres. La educación se adquiere más por amor que por miedo. Impartir la enseñanza  con el dolor y la espada causa rechazo y el docente la aborrece.  Sonreiremos alejándonos de pitadas en los estadios, de tuis groseros y nos pondremos en lugar de los otros.

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