martes, 22 de septiembre de 2015

RECAPACITA CATALUÑA

El pueblo de Cataluña, la gente que reside en ella, está metida en una encrucijada.
No existirá jamás sistema social alguno, en cualquier territorio que permanece fijo al albur de los tiempos y de los hombres, unanimidad entre sus habitantes, para  a cada uno de ellos pueda dirigir su propio destino y, menos aún, en un mundo cada vez más complejo y más poblado que nunca, salvo que elija ser un ermitaño. Todos dependemos de alguien o algo y ni siquiera algún miembro de la unidad familiar o el anacoreta citado, pueden ser absolutamente independientes. Sin embargo, no han faltado ni faltarán nacionalistas que abrazan el independentismo como solución a su propia mediocridad o complejo. Es casi natural echar la culpa a los demás de los propios defectos o desastres y arrastrar con sus palabras, sueños o locuras envueltos en alguna bandera, a miles, millones de personas que asienten a ese espíritu nacional, parecido al fervor religioso que considera enemigos e infieles a quienes profesan otras creencias, aunque sea el mismo, el único Dios al que alaban y le rinden pleitesía.
Aún recuerdo el régimen de democracia orgánica que me tocó vivir. El del Espíritu Nacional de Franco. El católico, apostólico y romano. El que defendí vehementemente hasta comprender, siendo un adolescente, que fui adoctrinado con un pensamiento hecho a imagen y semejanza  de los intereses de quienes gobernaban mi país. Ese lugar y tiempo es una casuística, sello de identidad que no olvido para convertirme, incapaz de desterrarlo por completo, en ciudadano del mundo. Conozco también perspicaces ateos defensores a ultranza del Cristo o la Virgen de su pueblo. Se persiguió y exterminó a judíos, gitanos, masones, comunistas… se rechazaron creencias, se prohibieron lecturas, se levantaron muros, se establecieron fronteras, se forjaron odios contra los extranjeros, se crearon multinacionales y muchos se enriquecieron.
Surgirán nuevos idealistas que, de buen rollo (¡eso sí!) desvíen el caudal del río España (El Ebro) desde Aragón a desembocar en Murcia, anulen vías de acceso y comunicaciones, prohibiendo el paso a Cataluña, y planten entre la gente a partir de su más pronta edad, semillas de xenofobia contra personas que hemos sido y están siendo dirigidas por  fanáticos, histéricos o cínicos de buena fe, lógicamente.
La soberanía de los pueblos que mucha gente reclama, los nacionalismos, independentismos y demás ismos que se sienten con exclusivos derechos, no son más que humanas formas para  separar, discriminar, segregar, enfrentar a personas que lo único que desean es vivir en paz y con un mejor bienestar. Nadie quiere ideas que, sean las que sean, les motiven odios, les lleven a la hoguera, al paredón, a la cámara de gas o a los campos de concentración. Eso lo provoca el interés de quienes quieren dominar. Y así, mientras predican la paz, vende armas para que la gente se mate. Y mientras abogan por la educación, permiten que seres humanos mueran de hambre. Dan con una mano lo que con otra quitan. La vida es un éxodo continuo de  seres humanos navegando en  busca de un bienestar que no alcanzan. Y, los menos, guardan distancias viéndolos caminar como animales hambrientos vagando en busca de comida, sin caer en la cuenta ni reconocer que, como la tortilla, la situación puede cambiar y ellos, como gobernantes culpables, elegidos o no democráticamente, pueden penar igual.
Mafias, ladrones y criminales son algunos de los Estados que nos gobiernan; la gente debe estar muy atenta a sus movimientos y no permitir que velen por intereses que perjudican a los hombres, escudándose en banderas, sentimientos o emociones con los que somos engañados. La idoneidad no consiste en creer a pié juntillas todo lo que se nos dice; al contrario, hay que cuestionarlo, hablar y hablar de pros y contra, sin dar las cosas por sentadas.
Mucha gente de Cataluña desea independizarse de España y no de la CEE, ¿qué clase de independencia es esa, si España no admite que Cataluña se incorpore a esa Europa? ¡Extraña independencia! Pertenecer a tan distinguido Club es privarse de independencia y ceder soberanía cada vez más: hoy, en la parte económica condicionando la política; después, será la sociedad la que reclame que no haya tantos golfos al frente de los estados miembros sino simples gestores, delegados de un Gobierno europeo que nos gobierne.
La verdadera política se gesta desde abajo, desde la comunidad de vecinos, los ayuntamientos, las zonas con costumbres, problemas, orografía o climas similares y cuyas soluciones son parte de la participación de sus habitantes; sin embargo, Barcelona nunca podrá por mucho que quiera la señora Ada Colau, a la que admiro, respeto y auguro que será excelente  presidenta del Gobierno español, independizarse de Cataluña, porque la propia Cataluña (sus leyes) lo impediría. Hablamos de Barcelona, Cataluña, España o Europa que son lugares no personas y cuya localización es inamovible. Los seres humanos somos  más importantes que los lugares en los que habitamos, aunque éstos nos condicionen. La política que se practique en beneficio de ambos ha de ir dirigida en tal dirección. No nos hemos de subordinar a un lugar, por mucho que lo queramos, ni ser presos de ningún sistema o  dirigentes que prometan nuevos ejércitos, gobernadores o pasaportes, aunque la fiebre del grupo nos invalide, anule el miedo a la autoridad y nuestra sensación de peligro se evapore. El proselitismo, el adoctrinamiento son  procedimientos mudos y crueles para domarnos, así como el fracaso no existe sino en el corazón de quien lo siente.
Casi todo el mundo sabe y habla del comunismo como un sistema fracasado. Hoy día muchos somos los que nos esforzamos en repetir que el capitalismo, cada vez, adquiere tintes de similares características y que necesita de una innovación. El primero habla del poder del proletariado; el segundo está consiguiendo que mercados y capitales sean el poder. Ambos ensalzan la lucha de clases abierta o sibilinamente. Ambos podrían ser válidos si los hombres fuéramos honrados. Ambos postulan (en lo que estamos absolutamente de acuerdo) que la democracia es el principal motor de cualquier régimen que, poco a poco, en virtud del grado de cultura, libertad, solidaridad, participación y tolerancia, se perfecciona o enriquece. 

Ciertamente, todo gobierno que gobierna de manera absoluta, dictatorial, totalitaria, sin contar con su gente (excepto para ser alzado al poder o dirigir una consulta neutra) fracasará a la larga. Y es que la política, íntimamente ligada a la economía y aunque ésta vaya bien, no será perdonada por el pueblo (o gran parte de él) que por ella su voluntad haya sido sometida, manipulada o acallada. El propio saber de la persona (si lo practica) le hará comprender que existen otras formas mejores de gobernar, como son  aquellas que no discriminan a los hombres por muy distintos que tengan el color de su piel, el sexo, ideas o creencias… Lo más importante es respetar a los demás ya que, en definitiva, todos somos iguales, marcados por la única independencia existente (la verdadera patria) que es el lugar y el tiempo de nuestra infancia. La democracia, con un buen grado de bienestar, será el modelo que siempre eligiéremos para vivir, unidos todos por el instinto que nos caracteriza como humanos. Lo demás, es cambiar el sentido de la noria: “estar en Málaga para meterse en Malagón”.

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