Enhorabuena a los catalanes que están llevando al pueblo de Cataluña a
separarse de España. A esos hombres de acción que, en aras a una idea, logran
la hostilidad entre españoles. Una idea que dejará corazones vacíos lamentando
una tenaz e inútil aventura desacertada.
Pasado mañana, lunes, se cumplen
28 años que cayó el muro de Berlín: nos congratulamos. Un nueve de noviembre
que no hemos de olvidar: se derribó la
indignidad cometida por el hecho ilegal de atentar a la libertad y separar personas
fraternales. No es extraño que se le llame el “Muro de la vergüenza”:
vergüenza para quienes lo construyeron y lo permitieron.
Vergüenza que hoy se repite: mandatarios de estados democráticos,
elegidos por habitantes ejerciendo su derecho a decidir, vulneran los derechos más
elementales del ser humano como socorrer, ayudar, dar asilo a la gente que huye
del hambre y de la guerra. Algo más que cerrarles el paso se ha de exigir a
nuestros representantes; no cabe tolerarlo.
Personas equivocadas actuando, acatando. Una sinrazón con las patas muy
cortas.
Cuando alguien se considera
un iluminado nada tiene de torpe; al contrario, acorralado, con el agua al
cuello, su ingenio despierta, maquina, se enriquece, hasta que llega a
creérselo. Al parecer un tres por ciento
es la clave: algo concreto, nada espiritual ni etéreo; sin embargo, aunque
su ahogo es inminente, se agarra a un colchón que flota en la marejada en
la que se encuentra y consigue subirse a él para no perecer. Se erige entonces, en
el paladín de la salvación y de la independencia de sus correligionarios (que se
refugiarán tan pronto puedan) y de sus no seguidores, que son los hombres de fuerza
felicitados al principio de este escrito.
Entiéndase que cuando una ley es injusta está permitido su desobediencia
o cuando alguien se arroga un derecho que no le pertenece y lo hace suyo, incluso
la violencia por arrebatárselo no sería ilícita, si bien, yo personalmente,
antes recurriría al dialogo que a la acción, por ser hombre más de paz que de
guerra…, no obstante, estoy convencido que los hombres de empuje, a los que he
felicitado, están en un error, son personas equivocadas.
Hace unos días, en este mismo
blog, expuse que el derecho a decidir es universal y en España nos costó mucho
conseguirlo: ¿por qué dividirlo o
limitarlo ahora? La Constitución
se elaboró por mayoría democráticamente,
habitantes de Cataluña incluidos. Si alguien quiere separar un
territorio del conjunto reconocido legítimamente en la Constitución, enmendemos
la misma. Es incomprensible que gente de
bien (y en especial de izquierdas) quiera la desunión de las personas, sabiendo que la Tierra es
patrimonio de todos los seres vivos y que buscan la igualdad de oportunidades sin
distinción de clases, ni razas, ni territorios. Y ese derecho ha de prevalecer
por encima de la independencia que, quiérase o no, excluye, crea fronteras,
produce enfrentamientos y, sobre todo, no es legal. Es incompresible también,
conseguir la República de esa forma. Un
republicano respeta la ley y no la quebranta. Derroca a la monarquía en las
urnas y el Rey, en su caso, como lo hizo Alfonso XIII, tendrá que marcharse
pacíficamente, legalmente, pero no lograrlo por el burdo proceder de independizarse.
El fin no justifica los medios. Ni
siquiera un ácrata participaría de tal esperpento: la honorabilidad está por
encima de todo. No olvidemos que los nacionalismos son como las veletas que
van al compás de los vientos. Mi identidad, lo mismo que mi patria, donde
crecí siendo niño, aunque se transforme con en el tiempo, no quiera que me la toquen
y la defenderé como a la madre que me parió, si con ella alguien se mete, es
universal, lo confieso, porque los hombres hemos de tender a ser humanos sin que nadie nos equivoque.
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