martes, 8 de marzo de 2016

UNA RAZÓN SIN PALIATIVOS

Nadie sabe a la larga las consecuencias de una determinada acción de hoy. Tan pronto sucede o se ejecuta, todo lo que se diga no será más que una opinión acertada o un pronóstico incierto. Hay que dejar pasar el tiempo para saberlo y, por supuesto, para enmendarlo (aún colea el golpe de estado de hace ahora, exactamente, 80 años) se transitará por muy diversos avatares. Un tren al que se debió subir y no se hizo.  La pelota de tenis que se devuelve pensando que iba fuera y, cuya duda, nunca se será aclarada. La palabra pronunciada que no tiene marcha atrás. La papeleta metida en la urna de un sufragio que no  puede recuperarse. Son ejemplos que nos valen para reflexionar sobre lo que actualmente acaece en la política española de importancia capital, aunque a largo plazo, en un futuro, se relativice y, tal vez, se pueda evidenciar sus resultados.
A mi juicio, Podemos debió permitir la investidura de Sánchez y hacerlo presidente con sus votos, pero eso no tiene ya vuelta de hoja. A veces, los deseos no hay que retenerlos, ni tampoco sugestionarse con ellos, dado que, quiérase o no, salen a la luz a estrellarse ante un muro opaco que los mata o, a expandirse ante una transparente valla que nos los detiene. Lo cierto, es que el anfitrión, el protagonista, el señor Sánchez, partía con una substanciosa ventaja sobre los demás y eso (sin pero alguno) lo ha perdido. Únicamente a él corresponde la culpa; ahora deberá comenzar de cero y renunciar a la tarima sobre la que estaba asentado y hacer oídos sordos a los deseos de algunos.  
La gente está desencantada,  especialmente con Podemos, aunque suya no sea la falta. Y es que era una ocasión única (y aún puede serlo) para que sus votos, en el primer encuentro con la realidad legislativa, decidieran no sólo que el PSOE gobernara, si no sobre las leyes que los mismos quisieran decretar. El PP rara vez daría sus votos al PSOE por mucho que la propuesta viniera de Ciudadanos.
La culpa, repetimos, es del candidato, al que Dios le vino a ver facilitándole la desidia de Rajoy; el error del PSOE que, con el menor número de escaños conseguidos nunca, lo que supone una reducida confianza de la población, pidió crédito a Podemos (porque lo necesitaba) sin aportar ningún tipo de garantías a cambio. Una petición que, por muy factible que sea, por muy bien documentada que éste, por excelente la causa a la que se destine el proyecto, jamás se facilitará si adolece de la fianza imprescindible que avale una posible pérdida o deterioro. Rajoy, que ni se molestó en intentarlo porque eso lo sabía (como cualquiera que haya pedido una financiación), ahora se estará destornillando o flotándose las manos con nuevas elecciones que se avecinan.

¿Qué cabe hacer todavía? Desde luego, no llegar a nuevas elecciones. Pese a que el PSOE vaya a la deriva, si es que no está varado. Y, pese a todo, Podemos no debería esperar  más tiempo y otorgar la facilidad que le han pedido, sin imponer condiciones,  manteniendo el acuerdo con Ciudadanos e, incluso, sin exigir garantías.  A nadie se le pasa, salvo a los mercaderes, que un crédito no se agradece si el peticionario para obtenerlo, se ha visto obligado a tener que aceptar condiciones leoninas y, al contrario; una franca facilidad, además de devolverla, con generosidad se paga. Podemos no depende de esta transacción, pero su continuidad si puede resentirse y además de paralizar el avance del PP y evitar nuevas elecciones, sobre todo, dará pábulo al dicho de coge fama y échate a dormir, que vaya renovando la tierra con la que quieren enterrarlo. Nadie pasa por primo o pringao cuando se hace por un bien general y más elevado que el del propio partido, y, ya se sabe, amor con amor se paga.   

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