sábado, 4 de noviembre de 2017

EXPLICACIÓN PARA TODO

La velocidad de la luz dicen que camina a 300.000 kilómetros por segundo. Supongo que a bastante menos, en pos de ella, la conducta humana lo hace empecinada en quedarse siempre igual. Los adelantos la superan. La tecnología la desborda. La gente se resiste a las sinergias y  cambios de la vida, aferrándose al odio o al amor, a la fe o la guerra, que lo justifican todo.

Los políticos se creen inmunes porque el don de su palabra cautiva. Prometen el cielo y la multitud, ávida de esperanza, los creen a pie juntillas. Pocos dudan. Y los más, confunden sus voces con engaños. Pero ni del cielo ni de lo contrario están seguros. ¡Cuestiónese al político cuando afirma que con su elección lo alcanzaremos! ¡Cuestiónese siempre al poder!  Saben confundir a la gente. Mirar fijamente. Leer los pensamientos sin inmutarse.

Son arte y parte. Patrón y obrero. Negro y blanco. Son lo que quieran ser. Solos se lo guisan y se lo comen. El criterio ajeno no cuenta. No les afecta. Todo está en sus manos. Un juego que la ciudadanía no es capaz de variar. Así, ante la ley, no se puede ser igual. Establecen sus sueldos. Se aúnan. Se acorazan. Parecen pelearse cuando se abrazan. Se saltan las normas. Las interpretan. Las modifican. Representan al pueblo; al pueblo que engañan. Juegan con la sutileza del vocabulario. Dicen lo que la gente quiere oír. Hacen ver cosas diferentes. Enardecen. Levantan pasiones. Son verdaderos chamarileros de sus partidos. Encantadores de serpientes. Enredadores. Capaces de cortarse las venas o de matar antes que reconocer haberse equivocado. Mentirosos. Procaces. Amigos de tragar cada mañana un veneno que los vacune del desprecio y los inmunice de las maldiciones que afrontan y reciben.

España, alejada de dictaduras, rebeliones y golpes de Estado, olvida los nacionalismos (aquéllos que hacen suyo lo que pertenece a todos) pensando que con la democracia se está a salvo. Pero no es así. Se está lejos, muy lejos de estarlo. La democracia, basada en reglas, apoyadas por la mayoría de los ciudadanos, no se respeta y mantenerla viva no es fácil.

Hay pueblos sometidos, subyugados, esclavizados por leyes que le han sido impuestas. Leyes que la mayoría de la población no ha refrendado libremente. Leyes coercitivas, represivas, que atentan los derechos fundamentales de la gente. Leyes que no admiten la diversidad de ideas y opiniones, que coartan la libertad de expresión, permiten abusos, la discriminación, el hambre.

Se puede desear la muerte a alguien e, incluso, expresarlo; pero de ninguna manera llevarlo a cabo. Lo primero es de mal gusto e irrespetuoso. Lo segundo, merecedor de castigo. Sentir el loable anhelo de ganar el Tour de Francia (no una, sino muchas veces) es lícito, pero no así doparse para lograrlo. Contravenir normas y obtener ventaja con ello, es delictivo. Ansiar la independencia y hacer lo posible legalmente para obtenerla, es viable, pero no saltándose la ley, modificarla o, por muy políticos elegidos que sean, hacer lo que les venga en gana y, menos todavía,  empleando medios y recursos que no les corresponde, arrogándose la representación de todos los habitantes en beneficio de unos pocos.

 ¡Menos mal que no encontraron apoyos internacionales!


En una democracia las ideas, las manifestaciones, no se castigan. Los hechos sí. Tampoco se concibe la existencia de presos políticos, pero sí de políticos en la cárcel por tratar de derrocarla o por otros motivos. Mucha gente sigue empeñada en lo contrario. Y, tal es su fijación, que siguen votando a los mismos, aduciendo sentimientos moldeables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario